A Claudio de la Rubia
Ante la exquisitez hoy descubierta,
incipiente manjar; los humedales
femeninos clamando mis labiales
caricias, al secreto de su puerta
me vi. La habilidad un punto incierta
despejé muslos, quise ver tales
disfrutes al sendero de frutales,
temblores de mujer soñar despierta.
Qué cosa de sabores éste vicio,
aunque más a mujer el beneficio
-no levantes la cabeza- sugirió.
Y entre tanto gemido, en mi oficio
depositados tiempo y suplicio,
con agua de su orgasmo me duchó.
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