martes, 19 de agosto de 2014

Kilómetros de carne lejana




La carga mineral y poderosa del aire
penetra por los poros bajo la mirada.
Disimular con el alba que se despierta
para arrojar a las superficies el anhelo
para que no haya nada bajo su piel
por la distancia al pelo profundo
que acostumbraba a acariciar despacio
cuando la risa cuando el beso cuando morir
era placentero y era una mentira.

No contemplará ese vuelo remoto
de un mediodía menos una mañana
el hombre que intenta mirar y no ve
porque no se desprenden carcajadas
como la de la boca que siempre piensa
para dormir sobre la solitaria oscuridad.
Y no son sus manos de falanges delicadas
el peso del acero en la noche y el pecho.

La oración no revelada a su piel
es un recuerdo sostenido en las horas.
La insuficiencia del aire que detuvo
entre andenes y cristales y aceros sería
la pausa homicida y los adioses llantos.
La vida que siguió ya fue otra cosa
que no era vida y que era esperar
devolverse a los brazos su cuerpo
que ahora es nube perpetua sobre aguas
hijas de una insolente desesperanza.

Y qué simple y qué poco se tiene
cuando se añora la posesión sagrada
el ídolo nacido en cualquier lugar
que navegó otros mares y amó antes
de que fuera la valiosa posesión.
Permanecer de pie y endebles las piernas
a cualquier cosa sin importancia
a lo único importante y serio entregado.
Pero son kilómetros de carne lejana
al tacto y al beso y recuerda el olor.

Toda esta música que suena en oídos
no es escuchada por otros ni lo es
para nadie y es única y llega y responde
quien la oye con palabras que son mudas
lanzadas en un viaje y recorren tierras
y mares pueblos campos sin perderse
hasta llegar pulverizadas en susurro
a los oídos que en la última hora esperaban.


domingo, 17 de agosto de 2014

El sueño, no es más que el sueño



No ha de tardar demasiado la luz en darse a la fuga. Después será del todo imposible escribir. Leeré. Lo haré gracias a la simpática lamparilla incorporada a la funda de mi Kindle. Una biografía sobre mi admirado Stefan Zweig. Las palabras de Zweig me llegan siempre cargadas de calma y de inspiración. Es esa vida del mundo que fue ayer, su laboriosidad, su amor por un oficio más sagrado que el de cualquier sacerdote a sueldo por algún dios nominado. Zweig es el maestro paciente que siempre perdona y aconseja como quien propone una posibilidad interesante. Su vida un millón de veces contada me hace sonreír, porque siempre será un secreto.


El autor austriaco Stefan Zweig.


Me propongo seguir con ese título provisional del que tanto espero. Jamás pensé que afrontaría un reto semejante. Estoy pagando con letras de sangre la osadía. Sin nada que perder todo es más fácil. ¿O acaso tengo algo que perder? No lo sé. No sé tantas cosas. Por más que me reitere en pecar de insolente vehemencia, me sé chicuco, uno que siempre a va a estar tras las líneas enemigas.
Te propusiste recopilar toda esta información. Ahondar en una mente lejana y de una profundidad abisal donde todo es oscuro y la luz, cuando brilla, hace de inhibidor embuste y te devora. No obstante hemos sacado no pocas -aunque frágiles- conclusiones. No será un ensayo. Al menos no te gustará llamarlo así, no. No lo será porque hay mucho de íntimo. Una historia de no ficción. Siempre te gustó aquello de Capote. Habrás de cubrir tantas lagunas en base a sus obras que nada o casi nada tendrá que ver con la realidad, aunque no escribas una sola mentira. Otro reto que ansío comenzar. Has perdido tiempo en vivir. El exilio que viene, con su acostumbrado aislamiento, no te lo pondrá fácil. Está bien, lo sabemos. Será tiempo para asimilar y ordenar.


Podría llevar la silla de plástico y la mesa baja de madera tintada de negro y ponerla en mitad del patio y aprovechar allí la resistencia de la luz. Todo lo demás aquí, el propósito pues, me importa un carajo.


Como aquella historia no se fue y se mantiene su esbozo, como a lápiz, tan imperturbable, no hay razón entonces para forzar olvidos -proceso cuesta abajo como una adicción- que nunca requieren de esfuerzo alguno. Unos quince capítulos marcados y sencillos a desarrollar. Párrafos cortos de estos de quitar y quitar y quitar. Algo serio sin embargo. Sí, ése es tu problema. Siempre son cosas serias, cuando sabes que de siempre en literatura la victoria es el humor. No dejo de sumar.


Y la luz se va apagando lentamente. Haber elegido el color negro no ha sido muy acertado. Nos salva la crema del papel y su capacidad química para el reflejo. Lo que me hace pensar en el precio de las Moleskine -tan repelentes y bonitas- y en el alivio que me produce recordar que fue un regalo tuyo por mi último cumpleaños.

Tanto trabajo por delante.
Si supiera que remas a mi lado y si pudiera imaginarte, cuando todo no sea más que agua y cielo, atareada en las aerovías de tu infinitud, todo me sería más fácil y el mundo, sencillamente, mejor.

¿Añadir otro blog a tu cuenta?
Sí señor, y convencer a alguien para un cuatro manos en otro.
¿Otro?
Sí, otro.
¿Pero en el nuevo...?
Sería algo distinto.
Interesante.
Lo sería
Si pudieras, claro.
Si pudiera.
Habla.
De estupideces sobre todo. Algo relacionado con la ciencia.
¿Pero se puede saber qué cojones tienes tú que ver con la ciencia?
Fue la rama que elegí en segundo de BUP.
Tú en segundo de BUP no sabías ni dónde estabas de pie.
Me temo que ahora tampoco.

Penumbras pues. Pupilas felinas, violento escándalo de vehículos. Urgencia.

No concibo el trabajo literario en una colectividad. El cuatro manos sin embargo es un clásico. Podría decirse que sería otro de esos estúpidos rituales tributarios míos. No, un libro no. El libro tiene algo así como aquel anillo de Tolkien. Como he dicho, lo divertido sería un blog. Una comunicación abierta entre ambos autores y el lector. Claro está, para ello, para compartir la idea necesitaría un buen compañero, uno fiel y un creyente, un corazón noble y al menos, con un grado de ingenuidad cercano al mío. Así sabríamos que la victoria no es otra cosa que su inevitable ilusión manifestándose en la mirada del compañero.

¿No te parecen demasiadas cosas, Eduardo Flores? ¿Acaso olvidas que has de estar siempre en movimiento? La vida nunca deja de ser movimiento y la ausencia de luz no es poco escollo. ¿Estamos hablando de luz? Ellos saben que no. De lo que se trata, estimados señores, es de la imperiosa e inexorable caída del telón ¿entienden? No habrá más obra, estimados/as señores/as, así que ¿a qué viene tanta ovación y tanta meta por alcanzar?
Y esa es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Si la vida es sueño, el sueño, no es más que el sueño. No se admite la rendición, porque hasta para eso no quise estudiar. Pero poner paréntesis a la existencia ayuda poco. Cosas habrá que hacer y escribiré aunque no cuanto me propongo. Los días tienen las horas que tienen y los meses serán más largos que productivos. Al final, la religión, sólo se hizo para beneficiar a los curas.

Y la luz, por fin, se fue.



jueves, 14 de agosto de 2014

Ebolación, campanarios llameantes y un desprendimiento de retina


Virus del ébola al microscopio.

Trato siempre de presentar los dudosos brillos de la actualidad desde los rincones más deslucidos de la duda. Tengo por norma no pronunciarme hasta haber digerido la ristra de noticias, informaciones en medios y opiniones varias en las redes sociales. Se trata de superar los momentos de enfado y de asombro, por lo estúpido y lo ocurrente.

Mis visitas a las instituciones sanitarias no suelen ser habituales. No conozco a mi médico de cabecera. Cuando por algún motivo me he visto obligado a pisar las salas de urgencias me he sentido como trasladado al mundo en el que habitan los personajes de Kafka. Estos días he cumplido con aquello de romper con las estadísticas e incluso, he llegado a pasar noche en uno de esos edificios que dicen que son para curar enfermos: un hospital.

Que te digan que las horribles diarreas que sufres son causadas por el virus del ébola es, sin duda alguna, la peor noticia que te pueden dar en tu vida. Lo más probable es que ya no te vayan a llegar muchas noticias más.

Una pandemia de ébola envenena el aire africano con el olor de los cuerpos en motañas entregados al fuego. Los hospitales del tercer mundo, créanme, algunos de los que he visto, le echan la pata a la imaginación del Dante. La velocidad de expansión de este virus en concreto apenas permite reacción alguna por parte de los recursos sanitarios de los que hablamos. Cooperantes en países subdesarrollados, los que deciden quedarse antes de ser contagiados, que no han de ser muchos -puedo entenderlo-, multiplican sus esfuerzos por dignificar lo máximo una muerte que saben y sabemos será muy dolorosa y terrible. Se tratan de aislar los principales focos de contagio cuando exponencialemente, éstos, surgen aquí y allá, dando la impresión de que se ha de apagar un fuego con vasos de agua. Es la desesperación.

Un misionero español, sarcedote y médico, lucha contra el ébola y su desastre en el corazón del continente negro. Tras toda una vida entregada al prójimo, en virtud de los valores cristianos, el bichito que es el ébola visto por un microscopio se reproduce infatigable en su organismo. El padre Miguel Pajares ya es víctima de su enemigo. Nueve de cada diez afectados por el virus muere. El sacerdote, que también es médico, sabe que va a morir.

Entramos a urgencias y somos estupéndamente atendidos y no tardamos mucho en recibir atención y ser despachados. Un desprendimiento de retina ha sido la invitación. El desprendimiento de retina requiere de una rápida intervención quirúrgica. Han de darse cosa así como varios miles de desprendimientos de retina en España cada día. Muchos, en cualquier caso, los suficientes, digo yo. Pero no, en el sevicio nocturno de urgencias no hay oftalmólogos y recibimos uno de esos venga usted mañana. Y mañana que es ya, acudimos, y sí, lo que usted tiene es un desprendimiento de retina, nos dicen, quiero decir, nos confirman. Vaya usted a su casa y guarde reposo que ya le llamaremos (cuando uno de los dos retinólogos que tenemos para toda la Bahía de Cádiz y La Janda estén disponibles. Esto, claro está. No nos lo dicen). A lo necesario de una urgente operación se pone un reposo absoluto.

La cosa está en que un tercio de España quiere la repatriación del sacerdote, algo totalmente desaconsejable dado lo peligroso del virus y su capacidad de propagación; otro tercio se opone, no se gasta un país una ingente cantidad de dinero para traer a un muerto viviente; y por último está el tercio desinformado o malinformado que lo mismo le da opinar una cosa que otra que operarse de apendicitis, por ejemplo, un martes por la tarde. Todo tiene un tufillo a rancio en los medios. Desde el gobierno una voz en off estilo NO-DO llama a los cristianos de la patria. Rojillos por otro lado, anhelan encender antorchas con que hacer arder campanarios. Lo que es España, vamos, un cachondeo.

Tras estúpida visita por San Carlos (todo esto en la semana siguiente al domingo de desprendimiento y urgencias en Puerta del Mar) volvemos a Cádiz -donde el retraso en todo el proceso se manifiesta con una mayor gravedad de la lesión- y finalmente operación en el hospital de Puerto Real. Lo del tour hospitalario se nos antoja levemente contrario a todo aquello del reposo. Nos enfadamos. Los recortes son reales nos decimos por fin, lo hemos comprobado, afectan a un sistema que sin ser malo del todo ya tenía sus fallos. Un desprendimiento de retina se traduce aun con la mejor de las operaciones en una inevitable pérdida de visión. Un retraso de todo el proceso es motivo de una pérdida mayor. Esto es, desde que recortamos en sanidad los españoles perdemos, cuando menos, visión en un ojo, que no es ninguna tontería y le quitan a uno todas las ganas de bromear. Lleven ustedes lo del ojo a un riñón y verán qué simpático; imaginen pues en asuntos de oncología, otra gracia.

Repatriar del África a un hombre con una enfermedad incurable y con la muerte devorándole las tripas cuesta o debe costar muchísimo dinero. Vamos a dejarnos de prehistóricas ideologías. Pero el gasto de una repatriación de urgencia para un muerto viviente nos ha costado a los españoles mucho más que dinero. ¿Debe un país dedicar sus mayores esfuerzos por un paísano en una situación muy complicada en un territorio de total hostilidad? Sí, por supuesto. De hecho, es un deber -o debería serlo- humano, que no humanitario.

Pero Miguel Pajares es sacerdote. Lo que nos debería dar igual, como si es fontanero en Angola. Pero no es así, no nos ha dado igual. Para empezar porque el gobierno le ha dado al asunto un carácter que rememora al trato que la España del Caudillo concedía a la Iglesia. Y tampoco nos ha dado igual porque el bando de los vencidos ha respondido del mismo modo y con la misma falta de sentido común que en aquella época no tan lejana en la que se quemaban iglesias. Unos y otros han dedicado su tiempo a hacernos a los españoles tan miserables y mezquinos como siempre. Y al ciudadano de a pie que trata de ser justo le cuesta pensar. A quienes defienden la vida sobre la muerte, la paz sobre la guerra, la justo sobre lo injusto, no les es nada fácil descubrir cuál es el camino correcto entre tanta basura.

Avión español preparado exclusivamente para repatriar infectados por el ébola.

Los medios desplegados -una chapuza en toda regla en realidad- en toda la operación de repatriación contrastan negativamente con los recortes sanitarios que padecemos en España (Aprovecho para colocar por aquí un interesante enlace para mayor información sobre la chapuza tipical spanish: http://tecnicopreocupado.com/2014/08/10/se-debe-transportar-asi-a-un-infectado-con-ebola/). Repatriar o no repatriar no ha sido la cuestión. Ya digo, bien hecho, con las cosas claras -que en todo esto nunca lo ha estado- era un deber humano poder dar al padre Pajares la muerte más digna que le pudiésemos dar. Pero recuerdo que estábamos repatriando un muerto que, probablemente, de haberse llamado Eduardo Flores, jamás se habría repatriado. Porque ha sido su condición de sacerdote y no otra la que activó los resortes repariadores de este gobierno de rancia derecha. No es válido comparar con anteriores rescates por secuestro, ni lo es comparar con la repatriación de cooperantes voluntarios en momentos y lugares complicados. En esos casos repatriábamos vida y no muerte, como ha sido este caso. El gobierno se ha saltado los más básicos protocolos NBQ en este proceso, vean las imágenes, son de risa. No se lleva a un infectado de ébola al mismo centro comunicativo de un país, por ejemplo. Eso por no hablar de los equipos autónomos empleados. Todo esto que hemos hecho, toda esta cutrez, ha pintado ridícula en mitad de una España con sus servicios sanitarios recortados.

Avión de los EEUU preparado para traslado de infectados por ébola.

Cuando la intervención quirúrgica termina el protocolo médico en este caso obliga al reposo absoluto del paciente, que ha de permancer durante al menos un par de semanas bocarriba o de lado. Sin embargo, las deficiencias del sistema por los recortes -acentuados por el agostismo- conceden el alta tras la operación, hasta ahí bien, y que, al día siguiente, se acuda a cita para revisión a otro hospital diferente en una localidad distinta a la de la intervención, lo que no está tan bien porque nos pasamos lo del reposo por el fondo de la bolsita que nos sustenta los cojones.

Los rojillos españoles atacan con torpeza todo el asunto del padre Pajares, que en paz descanse; fue un gran hombre. Responden a la estupidez del gobierno con su mezquindad habitual. Fachitas y rojillos nos han vuelto a dar el espectáculo. Los de enmedio no sabemos ni por donde tirar, izquierda y derecha todo es un error. La falta de humanidad se manifiesta con cada comentario, con cada réplica. La piel de toro huele, como siempre, a sudor de antesdeayer. No hacemos una bien, porque quienes nos representan y elegimos están demasiado ocupados en sus barcenadas y pujoladas. En Europa nos miran como la clase de deficientes que somos. El titular: La España de los recortes en sanidad abre sus arcas en apoyo a la expansión del virus en Europa.

lunes, 11 de agosto de 2014

Rituale



Cromomagazine es una revista digital que surge para compartir la necesidad de poner color en nuestras vidas, de aprovechar los beneficios de la cromoterapia. Cada número está dedicado a un color. Gracias a la colaboración de un puñado de artistas que cambian el mundo con sus imágenes, con sus palabras, con sus colores. Coordinado por José Alberto López. 



Extraigo estas palabras de la página de Cromomagazine. Dediqué la última entrada en este blog a la reciente colaboración con José Alberto López en la magnífica exposición "Al Este de Atlántida" que el artista mantiene en la Plaza de Abastos de Cádiz. 

La imagen que sigue se corresponde a una colaboración anterior, dentro de la estupenda revista coordinada por José Alberto y en la que la dualidad palabra e imagen se debe en el empeño a favor de la cromoterapia. Rituale es el título del texto que nació en virtud de la imagen de Luciana Crepaldi y el color naranja.

Actualmente la revista ya cuenta con siete números dedicados cada uno de ellos a un único color. Escritores y artistas de la imagen trabajan desde la distancia en ese sentido. El resultado, páginas tan cuidadas y elegantes como la que se muestra y de la que un servidor se siente no poco orgulloso. 




Esta vez te pediré que lo hagas despacio. ¿Has encendido la luz? No, ya veo que no y que tiemblas. Despacio te he dicho. Por favor. Sí, mírame de ese modo o como quieras, pero hazlo como te digo, despacio, tus dedos sostienen la mitad de este mundo en estos momentos. No me digas que tienes frío, no vuelvas a hacerlo. Si supieras cuán necesario es tu cuerpo desnudo junto al mío, estos cuerpos blancos sobre blanco lecho y en lo alto esa estrella suspendida por tu brazo erizado. No lo hagas todavía, no. Lo sé todo, así que no digas nada. Es doloroso, sí, pero observa este momento vivido y detén todo aquello que ahora es remoto y que no escuchamos. Quiero saber que estás preparada. No, no es ninguna otra cosa que imagines. Es justamente lo que ves, y créeme, nada es más necesario. Ahora yo siento lo que la palma de tu mano sujeta y sólo ahora puedes ver su lento latido. No sé si lo estamos haciendo bien, como tampoco entiendo la lágrima que se escapa de tu ojo. ¿Acaso creías que iba a ser fácil? Nadie más que tú ha pedido esto y ahora, por favor, ha llegado el momento, aprieta despacio, poco a poco, y no cierres tus entrañas. Llevaré mi mano tras la tuya y juntos será más fácil. Ves, ya puedo sentirlo en mi garganta, y sé que tus labios se humedecen brillantes. Y aprietas cada vez con más fuerza y es el dolor del mundo lo que se escurre entre tus finos dedos de suaves falanges ahora coloreadas. Verás que nunca termina, ten paciencia y cierra los ojos y dime si no es maravilloso que nuestras manos fundidas se bañen de toda vida y toda muerte. Todas estas gotas presurosas nada dicen que no sea que tú y yo somos esas gotas como somos el fruto alzado como somos tú y yo, la misma cosa. Aprieta más fuerte y ya casi hemos terminado. Ves, no ha sido más que un abrir y cerrar de ojos. Ya nada es como antes, lo sé por tu sonrisa abierta, por tu agitación y la firmeza de tu brazo que no siente ya frío alguno. Eres feliz y yo lo soy contigo, pero no hemos terminado. No la sueltes. Eres preciosa, más que antes; estás llena, inundada de pronto, eres algo más que vida y te necesito. Ya casi estamos, son necesarios cada uno de estos segundos de contemplación. Veo que no puedes dejar de apretar. Ha llegado el momento entonces. Hagamos el amor. 

sábado, 9 de agosto de 2014

Dos criaturas




Pongamos que dos criaturas se disfrazan de personajillos de un insuperado pasado y dicen, por decir algo y por dar a sus vidas vete tú a saber qué, digamos, una causa justa, y que van las dos criaturas, de esta guisa disfrazados, y se van nada más y nada menos que a la guerra, aprovechando las vacaciones.

Lo mismo las dos criaturas no saben que en la guerra, en el campo de batalla, los ideales se olvidan pronto. Porque el campo de batalla no da para pensar en esas cosas. El tiempo se va, entre una cosa y otra, en una serie de asfixiantes actividades poco divertidas para tratar de seguir vivo. Pero ellos no lo sabían antes de marchar clavando tacón y levantando la barbilla. Bueno, los muchachos tienen sus ideales, tan malos como cualquier otro, y allá que se fueron, sin tener ni puta idea de lo que es el fuego y el movimiento. No pocas collejas en ruso les han debido caer entre pelonada y pelonada.

El periódico El País les hace un reportaje a las dos criaturas. Facebook se encarga del resto. Y desde los dos bandos de siempre se vierten todas las estupideces de que son capaces. Derechones y rojillos todos al unísono, unos alabando otros indignados. Seguimos dando cuerda a la imbecilidad en esta España de los horrores con representación en Donetsk.

Al igual que estas dos criaturas perdidas y engañadas también los derechones tienen sus soldaditos de cartón piedra repartidos por el mundo. Conozco a más de los que quisiera y también ellos defienden el bien de las siempre amenazantes garras del mal. El bien del mal, qué cosas, y para ello, a la guerra que se van, voluntarios.

No sé qué clase de historias les contaron a las dos criaturas. En cualquier caso, olvidaron decirles que en Ucrania por lo único que se lucha es por la forma de entender el capitalismo y nada más, esto es, se lucha por el poder, que es lo que siempre ha llevado a los hombres a la guerra. Nada que ver con las películas que les han contado a las dos criaturas sedientas del intenso olor a pólvora y el sabor de la sangre en el cielo de la boca que provoca la angustia del soldado. Tampoco les dijeron que el pueblo ucraniano es de esos que siempre están en medio de algo y que ya tienen llenos en exceso los cementerios, precisamente por estar siempre en medio de algo. El Rafael Alberti de turno no les dijo aquello del Miguel Hernández que no les interesa de que las guerras siempre son tristes si no es el amor la empresa. Qué más no le dijeron. No les dijeron que si morían -tanto como si sobreviven- sus acciones no habrán valido más que para llenar un poquito más de mierda este mundo, sobrado de género.


Para muchos la guerra es como una especie de deporte de aventuras. Uno en el que la cuerda nunca es doble y en el que las ambulancias siempre están demasiado lejos. A lo innecesario de una guerra se une lo innecesario de los hombres que viven empalmados por ellas. Da igual, derechones y rojillos -qué cansinos me parecen-, todos conviven conectados por el error. Las referencias al 36 al hilo de la aventura de las dos criaturas me parecen vomitivas. Las referencias al 36 sólo tienen validez cuando es el aprendizaje lo que se pretende. Pero no, para eso no, que es muy cansado y además no nos interesa aprender una mierda. No morirán las dos criaturas y espero que así sea, que no mueran.  Pero me jode que puedan volver al acabar sus vacaciones convertidos en héroes de hojalata. Darán discursos que alimentarán la mentira y avivarán fuegos dolorosos. Su gesta servirá para que otros señalen su existencia y la necesidad de combatirlos, y así pagaremos los del medio una vuelta más de la noria. Así seguiremos escribiendo los cuentos del nunca acabar en los que los dioses y los reyes, las princesas y los caballeros, los fachas y los rojos, se engalanan con la sangre de los hombres que articularon un argumento maravilloso para las futuras víctimas y lectores. Seguirán los del medio pagando con su muerte las guerras de los poderosos. Y nada de esto parecen saber las dos criaturas que se fueron a Ucrania a combatir, tampoco mis amigos los derechones que sé que están en África -por poner un escenario-, y tampoco lo saben en El País y tampoco lo saben los que desde Facebook insultan a la inteligencia tras la trinchera de la banda ancha y la estulticia.

viernes, 8 de agosto de 2014

Raiza Salema


Cuando José Alberto López te escribe para pedir una colaboración uno dice sí, sin pensar, sin preguntar. Ya sabe que va a formar parte de algo grande. Por ejemplo:



Pueden encontrar este cuadro junto a otros de mismo estilo en la exposición "Al este de Atlántida" que el artista José Alberto López mantendrá hasta el mes de diciembre de este 2.014 en la Plaza de Abastos de Cádiz.


En todos los viajes que la niña hacía sobrevolaba las arbitrarias ondulaciones del desierto y al caer la noche descansaba bajo la lumbre de la luna. El aire cálido y nocturno llegaba del horizonte, agitaba sus telas y sus telas cubrían su rostro y la niña era toda miradas que miraban lo nuevo. Alguna vez, en sus viajes, la niña de miradas lejanas vio caravanas de hombres silenciosos con seriedad de caminos invisibles y animales que abrevaban en las aguas bajo palmeras datileras en mitad de alfombras reverdecidas. Desde su ventana la niña siempre viajó sueños en los que los ríos eran amarillos flanqueados de inmóviles cañaverales. Y los ríos manchados de arena la llevaron por meandros superpoblados de sonrisas y cestos de mimbre de los que sus manitas de piel atezada tomaron frutos que al morder goteaban por la comisura de sus labios viajeros. Tras la ventana viajaba, dormía.

martes, 5 de agosto de 2014

Camina el hombre



Moja el futuro sus tenues madrugadas en algún punto
alrededor de un monstruoso lago recostado
en un lecho fangoso y…  agotadora es la arena;
sobre ella camina un hombre siguiendo su orilla.
Mojan sus pies laxas moléculas de agua
pacientes en el devenir pausado;  
descalzos miran al cielo sus dedos.

Siempre solo, hay un hombre que camina
por el borde de un lago, su centro a la izquierda.
Un bosque abstraído se rebela del terreno
al otro lado de los suspiros que nacen del origen,
y se alimentan de la muerte que los insectos arrojan
en los domingos ociosos de los peces de ciudad.
Grita levante el bosque en su corteza
mientras el hombre, que no desfallece, busca,
el futuro, varado, alrededor de un  mar pequeño.
Sabe el hombre que llegará y hallará despierto
el pedazo tardío del presente aún humeante,
bailando al son de los tristes ángeles caídos.
Será allí donde deje el hombre de soñar poemas,
Allí será donde deje de pensar versos el hombre.

Pero resulta, que tenemos al hombre al filo
de una sima mojada, tan torpe. Camina
sin mirar el misterio, sin contestar al grito
afilado; sin adentrar al menos sus rodillas
donde aún mora el eco ancestral de la existencia.
Camina el hombre siguiendo la orilla que le lleve al futuro.


domingo, 3 de agosto de 2014

Yo, tú, un serial killer




De algún modo, a través de un complejo proceso de percepciones que nos pueden parecer incomprensibles, algo que podríamos identificar como una tara ancestral, todos nosotros, cualquiera de nosotros, sentiría una vergonzante erección -ligero picor de entrepiernas a ellas- si en la sección de sucesos de nuestro periódico favorito se confirmase lo que ya nos temíamos y esperábamos: El cocinero de la bahía se cobra dos nuevas víctimas.

Leeríamos con terror las líneas que cuelgan del titular. Sería entonces algo más que una pequeña noticia anecdótica. El periodista de marras se vería obligado a tratar de explicar lo inexplicable cortando y pegando las teorías de toda la vida al respecto de los asesinatos en serie. Introduciría títulos de sesudos ensayos sobre admirados nombres míticos del crimen más terrorífico. Y nosotros, los consumidores de prensa, devoraríamos letra a letra un artículo en el que se nos presenta una vez más el anónimo rostro del mal. Leeríamos tal vez sintiéndonos seguros entre las paredes de nuestro hogar, o en la calle, eso sí, a plena luz del día. Eso nos permitiría el placer del morbo. Las víctimas son lo de menos. Ni siquiera cuando vivían eran seres humanos para nosotros, cosificamos el cuerpo caliente que existía tras lo que hoy ya no es más que carne putrefacta y unas iniciales repartidas por entre las palabras de un artículo periodístico. El asesino es lo que importa y el horror creado por sus manos es lo que importa.

Ponemos asesinos seriales en nuestras vidas a través de la literatura, el cine o la televisión. Atraen nuestra curiosidad hasta la patología. La repugnancia es toda y sin embargo es menor en el asesinato cruel cuando es una mentalidad a la contra quien la genera. Queremos y no queremos entender al ser deshumanizado que un buen día se propone aniquilar a otros seres sin una motivación que se pueda razonar. La conducta del asesino en serie no responde a nuestro código. Circulamos por carreteras convencionales, pero ellos no, ellos atajan por los campos y desde cotas y collados nos acechan hasta que deciden actuar. Y a nosotros nos aburre nuestra carretera, queremos también tomar direcciones confusas por los bosques oscuros de la mente humana, aunque nuestra querencia se conforme con la ligereza de lo que creemos una particular extravagancia.

Ponemos asesinos seriales en nuestras vidas, pero queremos más. Vivimos en un país en el que no abundan los asesinos en serie. De alguna forma esta abominable conducta parece más común en los países anglos. Un misterio dentro de un enigma. Ni siquiera nuestros cuerpos de seguridad pública creen oportuna la formación y la dedicación de sus números en el asunto. De lo que se pueden hacer al menos un par de lecturas: la primera es que estos casos no se dan en España, la segunda, en fin, ojos que no ven corazón que no siente, si no miro el puñal no duele la herida. Pero no es este el tema que nos trae aquí y ahora. Nos trae la fascinación por estos seres humanos que viven para dar la muerte como respuesta a una necesidad fisiológica.

Todo cuanto he leído al respecto se deriva del estudio psiquiátrico del individuo. Se habla de patrones de conducta, traumas, falta de empatía y por lo general de la enfermedad mental como fondo a la personalidad del humano depredador de humanos. Eso está bien. Quiero decir, nos permite diferenciarnos, nos permite, en fin, creer que nuestra cordura hace posible la incomprensible admiración sin el peligro de caer en la tentación. Me apasiona lo que hace este tipo, que descuartice sin piedad y que deje una espantosa escena del crimen; fantaseamos incluso viéndonos disfrazados de depredador, a la vez que nos repetimos una y otra vez que eso no está bien. Y como decía, nos encantaría tener uno de esos tipos merodeando por las calles de nuestra ciudad para poder seguir sus fechorías. Pero ¿por qué?

Que sepamos podemos encontrar a la bestia al menos desde los tiempos de los emperadores romanos. Podemos pasar por Vlad Tepes, saltar a Jack "The Ripper" y de él hasta nuestros días de los Richard Ramírez, Charles Manson y demás. Así que pienso que estaría bien un estudio que se apartase del individuo y que tratase el tema desde un punto de vista histórico. Nuestro interés por estas macabras cuestiones pueden señalarnos al asesino en serie que todos llevamos dentro, el mal que todos reprimimos.

Pero hay más. El asesino en serie es la plena representación en carne del poder. Nuestra imagen distorsionada por la ficción del serial killer alimenta el mal mayor que es el ansia de dominación total sobre el otro. Tomar un cuerpo ajeno después del acecho y el ataque, disponer de su indefensión y respirar toda su fragilidad. Vamos a decidir su destino, que será la muerte; y vamos a celebrar nuestra victoria con un post mortem teatral, hasta la próxima ocasión. Un millón y una han sido las veces que se ha formulado la pregunta de si el asesino en serie nace o se hace, y yo me pregunto si la existencia de semejante criatura es humana o no, quiero decir, de si está en la genética de la especie o no. Lo que nos lleva de nuevo al individuo. La psicopatía por definición es una enfermedad, obvio. Pero enfermedad, también obvio, es un trastorno de la salud. Pero nada tienen que ver con la salud las reglas morales que nos imponemos. Cierto que muchos de estos tipos y tipas padecen claros trastornos que afectan a su salud y no sólo mental, pero no todos. En muchos casos el asesino en serie ha sido hasta su captura, cuando han sido capturados, ciudadanos comunes, vecinos ejemplares, los mejores hijos, hermanos, esposos y padres. La inteligencia que desarrollan y que les permite su supervivencia para nada apunta a la enfermedad. Esto es, somos nosotros.


Para terminar, sigo, somos nosotros. Tal vez alguien amante de la lectura, el cine y/o las series de televisión y que sienta el dulce e incomprensible cosquilleo cuando, al abrir las páginas de sucesos de su periódico favorito, se topa con lo que ya se temía y esperaba, que el cocinero de la bahía se ha cobrado dos nuevas víctimas; y que entonces lee con fascinación el artículo anotando sugerentes apodos y títulos de sesudos ensayos con los nombres ilustres de los más horrorosos crímenes seriales, no sepa que tal vez se encuentra jugando con la delgada línea sangrienta que separa nuestro bien de nuestro mal.