domingo, 8 de noviembre de 2015

Fisherman at sea. La Mentira. La Locura



Busco una música para esto.

Un, dos... probando.

Ah, ¡sí! ¡Ya!

No. Ahora:

Busquen y pongan (bajito, que se trata de leer): Modern Art de The Rippingtons.

Ya lo pongo yo: 




Daña la mentira. Lo hace incluso cuando uno puede disfrutar -gratis, de momento- ante la fotografía azul de este cielo de noviembre, de esta extraña primavera crepuscular. Pero no es la mentira de andar por casa de lo que hablo; hablo de la Mentira. Otra cosa, ya digo, que es dañina y que está fuertemente enraizada como lo hacen los tumores que suelen ser mortales. Es así que no resulta difícil ver que la mentira, la Mentira, lleva a la muerte; no a la muerte en la que la las constantes vitales son iguales a cero, no, hablo de la Muerte, esto es, la Mentira, la inexistencia por ausencia de realidad palpable y naturaleza real.

El mundo que ocupa mi existencia es a todas luces desordenado. Tengo cuanto he querido tener, siempre lo vi al alcance de mi mano y tomé cuanto consideré justo tomar, sería una estupidez diferenciar errores y aciertos si errores y aciertos son los mismos caminos y distintas formas de interpretar el modo en que se ha puesto un pie tras otro. No sé si justo es el término que más se ajusta a lo que quería decir. Pero eso, aquello, estaba ahí, y yo lo quise o lo necesité o creí que lo quise o lo necesité o ambas cosas, y lo tomé, y lo que es más importante, no hacía daño a nadie, que aquí sí va bien lo de justo, un acto de justicia, eso es, porque el origen de mi deseo siempre estuvo en ser, y no en tener, tener es injusto, poseer sobre el ser es injusto. No tengo, soy. Decía que tengo cuanto quise porque soy cuanto quise ser. Me es fácil, es mi naturaleza. Hay algo sin embargo que se interpone, el camino es redibujar el obstáculo y no otra cosa y no es una senda maloliente sembrada de cadáveres. No culpo a los demás o a lo demás, ahora no puedo culpar porque es un verbo inexacto, no sabemos cuándo empezó todo y qué es todo si ni siquiera sabemos si hubo nada: Eduardo Flores de la Flor, nacido de hombre y de mujer, padre de tres hijos, cada uno de ellos de una madre diferente -buenas y hermosas mujeres, madres insuperables, y con las que compartió tiempo y espacio con libertad hasta que se consideró que ya no había sentido seguir compartiendo-, duerme junto a la mujer que ama y que lo ama, con sueños y vida, ahí está, sueños y vida, ser, no tener, soy, hasta ahí puedo escribir: pregúntate de vez en cuando si eres, si lo eres alguna vez, poco mal te hará. Es el día de hoy, el de mañana no lo puedo conocer todavía, porque no siempre hubo algo o no lo sabemos. El mundo que ocupa mi existencia es, a todas luces, el caos en el que soy más feliz que muchos, por suerte y por lugar de nacimiento y por la piel que me visto por las mañanas.  

Últimamente camino despistado y lo hago casi todo despistado. Sí, lo llevo haciendo como unos treinta y cuatro años. Porque no cabe otra explicación que no sea la del despiste permanente para no darse cuenta el resto del tiempo y sentirse sorprendido cuando la mentira te asalta, como si no fuera realmente la mentira ese tumor del que hablábamos y que, así como mi despiste me mantiene respirando, es la mentira la argamasa de toda esta construcción: el mundo; dicen que gira sobre su propio eje, cada veinticuatro horas; tal vez la primera mentira, quién sabe. El movimiento de traslación me produce pavor.

Será tal vez por eso que mi despiste desaparece en el éter de lo ficticio. No encuentro una libreta en la que una vez escribí un relato que ahora, no sé si porque no lo encuentro, me parece un relato cojonudo, un buen relato para pasarlo a ordenador, El día del hombre, se titula, y va de un tipo normal, muy normal, un tipo como cualquiera que trabaja en una gestoría, un padre de familia, normal, que toma la decisión de... 

En la ficción no existe la mentira con m mayúscula, no en la buena ficción. Hay en ella una verdad no absoluta, una verdad en movimiento y agradable al paladar, una verdad que nunca se nos ocurriría escribir con v mayúscula. Y como todo no va a ser podredumbre, la verdad de la ficción, sí, la verdad sin asideros -escurridiza como una anchoa en el centro del océano-, la verdad en la ficción, mantiene en imperfecto funcionamiento el factor humano que la mentira trata de convertir en recurso o pieza recambiable.

La intención era moverse en algún momento a lo cotidiano, a la impregnación de la mentira. Ahora me pregunto para qué, si no sería contribuir -un fiero verraco con dientes de comadreja devora mi hígado- mintiendo sin pretenderlo. Veo que es complicado, absurdo: medios de prensa escrita (no lo hagas), empresas de mercenarios y cobardes al servicio (don´t do it) de la causa del flus y la liquidez, hijos naturales (ne le fais pais) de la mentira; literatura de consumo (pa fê l´) e industria de la ignorancia, escritores y poetas, baratos (dit nie doen nie) y vanidosos se entregan al aquelarre y a la prostitución; músicos de playback y cocaína y... Mentira... televisión para zombies y novela (ne fari gin) negra para psicópatas, informativos (tun sie es nicht), permíteme que insista: Mentira: todos tenemos un precio, el mío es...Valhe.

Cuando uno tiene noticias de la mentira e inmediatamente piensa en el daño irreparable de su consecuencia se encienden todas las alarmas. ¿Cómo no me he dado cuenta en todo este tiempo? Sin embargo la mentira estaba ahí, mucho antes de haber abierto los ojos por primera vez. De hecho fue la mentira quien te dio la bienvenida, agradecida quizá por la nueva presencia que la hará más grande y fuerte, un retal más para el mimetizado que lo acerca a una verdad posible.

Creer reconocer esa extraña verdad en lo ficticio te lleva a la locura, a ser un loco. Como todos ustedes saben, el loco es, en la mayoría de casos o en el clímax mismo de su propia locura, desordenado. No cumple los requisitos del orden y el orden, también lo sabemos todos, es la regla indicadora de lo correcto y lo bien hecho, así lo dicen las tablas de la ley del supuesto sentido común. La locura es el mal camino, te pueden encerrar por ello si llegado el caso tu caos afecta al perfecto funcionamiento del orden.  Si tu caos no parece infeccioso, que siempre lo es, no tendrás mayor problema: nadie te escuchará, u olvidará tus palabras una vez pronunciadas y en el aire.

Hemos dicho mentira y verdad y ficción y locura y orden y caos y palabras. Ocurre que cuando sueño con leones, con leones que me persiguen, huyo sabiendo que en todo ese asunto de la persecución está en juego mucho más que la vida, sé que ellos tienen un motivo para hacer lo que hacen, un motivo justificado que no puedo llegar a entender, y también sé que yo, que vivo mi propio sueño y que a la vez puedo verme en él, me siento ridículo, en la huída, como si el peso mismo de la razón que justifica la cacería me hiciera profundamente ignorante, y lo veo claro, debería dejarme, mi cuerpo dado a las fieras como alimento o como ellas quieran que sea mi carne ya inservible más que para ellas, huyo sin embargo, con ese sabor a angustia sanguinolenta en la boca, huyo por cobardía aunque de forma muy ineficaz, porque sé, el sueño es recurrente, cómo ha de acabar todo, la locura, esta que dibujo con palabras, los leones, que parecen tener su verdad, tan impresionante verdad, sus razones para devorarme y mi sinrazón de huir sin saber por qué porque en el fondo de toda la cuestión la huida se antoja mentira, es un sueño, al fin y al cabo, y huyo, digo, decía, inercialmente hasta el fin conocido, una canción que se repite, leones que no pueden ser leones galopan tras de mí, su presa.

Las palabras son las partículas subatómicas de la mentira y la verdad. Para el loco la mentira cobra forma definida en el orden y le es del todo imposible relacionarse pacíficamente con el entorno y la sociedad, la búsqueda no tiene fin y es, la búsqueda, un fin mismo. Para el loco la única verdad posible es el caos, aunque también lo es para el Universo entropía, que es infinito y lo infinito el momento del pensamiento que me gustaría alcanzar aunque solo fuera por unos segundos, el infinito, sí, divago y divago y divago y lo haría hasta originar una conexión sináptica con la savia de los árboles y el viento de los bosques en los que hay viento y con la rabia desatada en las entrañas de los megavolcanes que de entrar en erupción nos borrarían del planisferio, como el Cumbre Vieja en las Canarias o el de Yellowstone en los USATIERRADELASLIBERTADES, que es donde vivían tranquilamente y mangando emparedados el oso Yogui y Bubu, cuando en realidad es el infierno en la Tierra, en fin, el infinito, ese momento o lugar inabarcable, el campo en el que la locura no permite la expresión "sentido común" porque huele a mentira.

Daña la mentira, la sociedad que formamos como individuos, el lugar en el que desde siempre y mal viven los cuerdos propietarios del sentido común. Lo hace aunque solo sean los locos quienes sienten la gélida puñalada, el dolor.  

Aquí un dibujito en el que la mentira es representada por un político o un banquero o Donald Trump. La mentira lleva en su mano un ukri, un cuchillo tradicional nepalí, ¿lo ven? Busquen en Google un momento, les doy unos segundos.

¿Ya? Eso es.

(Sé que no han buscado un carajo, da igual, para que lo sepan: es un cuchillo curvo como un boomerang y de punta fina, que es lo que jode).

[Dibujo: Se lo imaginan: La mentira me apuñala justo por debajo del esternón.]


Qué quieren que les diga: Fisherman at sea:




Autor: Joseph M. William Turner
Fecha: 1796
Museo: Tate Gallery (Londres)
Características: 91,5 x 122,4 cm.
Estilo: Romanticismo Inglés
Material: Oleo sobre lienzo
Copyright: (C) ARTEHISTORIA

Este lienzo que contemplamos fue el primero que Turner expuso en la Royal Academy. Se trata de una marina nocturna en la que el maestro muestra su interés por presentar diferentes tipos de iluminaciones, al sentirse atraido por ejercitarse en la técnica del claroscuro. El maestro londinense divide la composición en un primer plano ocupado por las fuertes olas, un plano intermedio donde observamos la barca de pesca zarandeada por el oleaje y un trasfondo en el que encontramos los árboles de la costa. Entre las nubes se aprecia el círculo blanquecino de la luna, cuyas luces bañan la escena para crear sensacionales contrastes lumínicos. La influencia de la pintura holandesa del Barroco-RuysdaelHobbema o Van Goyen- se manifiesta tanto en la temática como en el importante papel otorgado al cielo, ocupando más de la mitad de la superficie del lienzo. El movimiento, la iluminación fantasmagórica y la violencia de la naturaleza serán elementos comunes a buena parte de los primeros trabajos de Turner. http://www.artehistoria.com/v2/obras/14054.htm