Tarde de levante en La
Isla. Calles aulladoras que someten a sus caminantes. Granos expeditivos de
arena amarilla alzan su vuelo desde Camposoto y recorren la Ronda del Estero
hasta asentarse en el asfalto concurrido por coches con las ventanillas
cerradas. Las ruedas audaces de las motocicletas pasan veloces apisonando los
granos y todo es lo mismo. Se altera el orden de los arbustos que ocultan la
guarida de los supervivientes roedores. Veredas que serpentean entre viejas
salinas se divisan lejanas y polvorientas y todavía hay quienes las caminan. El
pesimismo acepta la victoria de la luz. Conexiones neuronales entre axones y
dendritas que acaban en suspiros y caladas y humo de cigarrillos. Antes de la
noche la tarde de levante en La Isla se adhiere a los huesos. En las plazoletas
los niños juegan porque para ellos es lo mismo. Las partículas subatómicas que
forman los quarks que forman los neutrones y protones en el núcleo de los
átomos, también juegan, porque para ellos es lo mismo. Y las guerras continúan
atronadoramente silenciosas para nosotros en esta tarde de levante en La Isla.
Calichas que se violentan en fachadas que ocultan vidas a los ojos del curioso.
Las persianas que caen estruendosas. Una pareja hace el amor en una pompa de
humedad tras una de esas persianas en algún punto entre La Casería y El Cerro.
Un recién nacido lanza su llanto profundo como el llanto de este mismo planeta desde
una cuna en un cuarto piso de La Ardila. Por las calles el viento empuja latas
solitarias que alguien pateará cuatro veces entre hoy y mañana. Todo es
posible. Hasta que nos encontremos de forma fortuita y tú te tengas que marchar
y yo me tenga que marchar, es posible. Y es posible que haya quien discuta sobre
la esperanza aunque sepa que después de todo, todo es lo mismo. Seguimos
escribiendo la Historia en estas tardes de levante en La Isla. Muy lejos de
esta tarde de levante en La Isla una estrella ha consumido todo su hidrógeno,
liberado en gas de helio y la vida se le escapa, y la gravedad provoca el
colapso brutal que hará de ella un enorme y monstruoso agujero negro como el
del corazón de algunos seres humanos. Nada podrá salvarse a su alrededor, no
hay esperanza más allá de la singularidad. Y eso también ocurre en la tarde de
levante en La Isla. La tarde en la que las calles aulladoras someten a sus
caminantes.
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