Desde
el vano de la puerta, Erótica es la mujer: la caricia humedecida que involucra al
acto inexorable de rendición ante una melodía de piel y hueso. Desde el vano
de la puerta la habitación no existe; ella levita como diosa sobre un lecho de
fuegos paradisíacos. Se siente observada: se agita lenta, suave y trágica. Su
amante, furtivo y desconocido, la mira: la desea. Un leve gesto, como su alma
leve, inmersa en lo etéreo de la pasión, acerca a su amante, presa también de
la ingravidez y la narcosis de unas telas opiáceas.
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