viernes, 24 de mayo de 2013

Gatsby aprueba por los pelos.



 The Great Gatsby, la nueva versión que Baz Luhrmann nos ha traído a la gran pantalla basándose en la historia que crease Francis Scott Fitzgerald, no es, ni mucho menos, una adaptación de la novela de uno de los escritores a los que Gertrude Stein incluyó, con más o menos acierto, en la que bautizó como generación perdida y que Ernest Hemingway popularizó.


Podría decirse, en cualquier caso, que más bien se trata de un remake a lo Luhrman, de la película que dirigiese Jack Clayton en 1.974, con Francis Ford Coppola como guionista y un brillante Robert Redford como Jay Gatsby en el papel protagonista. Un remake en el que el argumento pierde gran parte de la esencia de la novela de Fitzgerald, en virtud de la visión estética de un director al que se le agradece la intencionalidad y los efectos especiales. Así como Tim Burton es a la oscuridad, se podría decir que es Luhrmann al color y a la luz. Bien es cierto que uno siente desde el principio estar visionando más una película de animación que la adaptación de un clásico literario y que, bueno, tal vez pueda resultar difícil asumirlo. Yo animo sin embargo a que el espectador se pruebe las gafas que Luhrmann ofrece, en ésta, así como en el resto de sus películas. La cuestión es: ¿Resiste el argumento la espectacular imposición del director? Me temo que la respuesta es negativa.

Si hay algo en la novela original que le reprocho a Fitzgerald es sacrificar la sutileza en la evolución del personaje de Jay Gatsby en pro del tempo que le marca la narración. De dicho sacrificio apenas se ve perjudicada la versión del 74, en parte, y quizá aquí las opiniones puedan ser más variadas entre el público, por la maestría de Redford que, en mi opinión, es un Jay Gatsby muy de la novela de Scott Fitzgerald. Aprovecho para decir que, anterior a la película de Clayton, existe una adaptación de 1.949 de la que poco más puedo decir por no tener oportunidad de haber visto. Quede constancia pues, de ésta y de una versión del año 2.000 estrenada exclusivamente en televisión.





La hipérbole de Luhrman no hace posible camuflar ese pequeño defectillo del autor original de la historia. El Jay Gatsby de Dicaprio no experimenta ningún tipo de evolución gradual: son dos personajes totalmente diferentes y no las dos caras de un mismo personaje al que los acontecimientos afectan de forma profunda. Esto va muy en detrimento de la adaptación y hace que no salga muy bien parada en la comparativa con la versión de 1.974. La película, en cuyo inicio y hasta finalizar la primera mitad del metraje, el despliegue de espectáculo y la voluptuosidad musicalizada a ritmo del rap de Jay-Z, abusa tanto de los efectos que, después, cuando la historia requiere de menos artificio y hace notar su esencia, la tensión entre los personajes en el contexto de un Nueva York convulso, el tiempo se ralentiza, dejando al espectador en ese limbo en el que nos encontramos a veces cuando uno ya no reconoce siquiera la película que ha ido a ver, un claro defecto propiciado por la fidelidad a una estética. Luhrman aprueba en la primera mitad del metraje, cae estrepitosamente en la segunda, que ejecuta con no pocas dificultades por la desmesura inicial.

El Gran Gatsby de Dicaprio. 

Leonardo Dicaprio no ha venido a hacer de Jay Gatsby. Leonardo ha venido a enseñarnos como hace de Robert Redford haciendo de Gatsby y esto, se hace patente desde el primer momento en que el personaje hace su aparición en escena. Surgirán después innumerables momentos en que la interpretación de Dicaprio sea escandalosamente parecida a la de Redford. Así que es muy posible que el actor nos haya privado de lo que podría haber sido un gran trabajo interpretativo vendiéndonos una copia más bien barata, al menos en el caso de que ir al cine no fuera tan caro, de la interpretación del veterano Redford.
El resto de personajes se adecúan bastante y hasta quizá, superen ese trance de tener que adaptar una novela, a destacar, el personaje de Tom Buchanan, que tal vez hubiera merecido algo más de espacio en estas líneas. Todos bien, menos Tobie Mcguire, que en su interpretación de Nick Carraway sigue siendo tan plano y tan desértico como en el resto de las películas en que ha trabajado. Quizá es por eso por lo que le fue tan bien en el traje de Spiderman.

Entre defectos, estéticas y demás, mi valoración general de la cinta es positiva. El hecho de que el director Baz Luhrman trate de mantener su visión cinematográfica "a pesar de", hace que mi escaso criterio cinéfilo le otorgue un aprobado por los pelos. Se podría decir que ha sido una bien intencionada jugada en la que, quizá, le han sobrado demasiados regates y, probablemente, el gol, al que se le ha de sumar o restar el factor suerte. En este caso, no pudo ser. No obstante, aprobado.

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