lunes, 28 de julio de 2014

Merkava





Todas las noches son el fuego en la noche.
El chirrido vibrante ondeando en los vientos
que arrancan el polvo de los escombros
y no hay luz que ilumine las calles de Gaza.
Tampoco se sueña y nada más que muerte
sobre la muerte cuelga de los pálidos ojos
cuando es toda y libre y es justa la ira de Dios.
Y amanece una tumba abierta al cielo azafrán.
Una desordenada jauría de perros en ladrido
esquiva fritos despojos de carne humeante
entre soldados verdugos uniformados de Dios
y víctimas artilladas y con hambre vengativa de Dios.
Hombres y mujeres que corren no escuchan
el llanto esquinero de un niño que grita
mientras muere una madre y quizás un hermano
es triturado sin nombre bajo cadenas enlodadas
y las cadenas imparables al ritmo que marca tu silencio,
las cadenas que son la mordida terrenal del Merkava.
Se respira lágrima hervida en la desesperación,
sangramos yermos, de sangre goteando de dientes
mordientes y una puñalada en forma de rebufo
hace temblar los sucios tobillos cercenados

y todo es tristeza y es sólo mierda lo que nos decimos.

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