Estimado maltratador de
mujeres,
No deja de ser
fascinante cómo el cerebro del ser humano puede brindar a un hombre una imagen
ficticia de sí mismo en favor de una realidad totalmente contraria y
defectuosa. Eso no lo sabías, te estás enterando ahora mismo, porque tu
comportamiento no me permite creer que poseas la suficiente inteligencia como
para ver lo que para el resto de hombres es tan evidente. La realidad es que
eres patético. Tampoco sabes que cuando se te pone dura la polla al machacar a
la mujer que amas es porque de otra manera serías totalmente incapaz. Tu
complejo de base es ese, la tienes muy pequeña, tanto que el simple hecho de
sacarla para mear ya te supone un trastorno. Pero no, no vamos a seguir
hablando de tu ridículo apéndice genital. Sigamos mejor con la impotencia derivada
del mismo. Esto es, las inseguridades que tu micro polla te genera, te hacen
sabedor de que jamás podrás tener a tu lado a una mujer de verdad, un
privilegio que ha mantenido sobre la Tierra a la especie humana. Como no puedes
alcanzar tan alto premio tratas de buscar mujeres que crees sucedáneos de las
mujeres que deseas. Pero te diré otra cosa que tu ilimitada inteligencia jamás
te ha permitido aprender: no existen tales sucedáneos. Cada mujer es todo un
universo de posibilidades más que dispuesto a hacerte sombra, y de hecho
cualquiera de ellas podría hacerlo, dadas las taras de tu mentalidad anormal.
Aún eras pequeño cuando tu mamá observó tus debilidades, de ahí su rechazo,
jamás te pudo querer: el hombre niño que había traído al mundo era deficiente,
una criatura realmente inferior. Quiero que sepas, que lo tengas muy clarito,
que cada vez que tratas de dañar el corazón de la mujer que te ha concedido su
compañía, con tus maquiavélicas intrigas de mente perturbada; tras este daño
que tú generas, está la peor de las cobardías: piénsate desnudo con tu micro
polla en mitad de la calle, a la vista de todos, y piénsate gusano, ya que te
pones, cada vez que una mala palabra salida de tu hediondo hocico trata de
insultar a la criatura que tiene el don de parir semejantes. Te gusta creer que
eres un auténtico machote, testosterona de primera calidad. No te engañes. Si
realmente fueras un machote, esto es, un hombre orgulloso de serlo -cosa de la
que no tienes ni puñetera idea de qué significa-, adorarías a la mujer y
aceptarías su compañía como un igual. Pero no eres un machote, y como lo sabes,
porque verás, hijo de la gran puta, lo sabes, te sientes obligado de
interpretar el papel de lo que crees que es un machote. Cada vez que alzas una
mano o cada vez que insultas o faltas el respeto a la figura de una mujer, te
condenas al recuerdo permanente de tu desgracia como ser inferior. ¿Sabes por
qué los hombres nos colocamos y recolocamos los genitales una y otra vez?
Tranquilo, es normal que no lo sepas, eres estúpido. Yo te lo diré. Los hombres
necesitamos continuamente saber que siguen ahí para sabernos hombres. Nada de
eso necesita la mujer para saberse una mujer de los pies a la cabeza. Y me hace
gracia. Debe ser gracioso ver tu cara cuando en un acto reflejo llevas tu mano
al paquete y sientes tanto vacío.
Creo que tu perfil es
tan básico que no voy a perder más tiempo en repetirte lo que ya sabes porque
te lo he dicho yo: un hombre.
Ahora prometo olvidarme
del estilo y la corrección. Aprovechando que no nos oye nadie, que esta carta
es exclusivamente para ti, te voy a transmitir con toda la sinceridad de que
soy capaz lo que un hombre de verdad haría contigo. No siento el menor pudor en
reconocer que ahora empieza el verdadero desahogo.
Pedazo de hijo de la
gran puta, deberías quedar marcado como el ganado. Que todo el mundo viera la
bestia sucia, la alimaña humana, tu pertenencia al mundo de las criaturas
repugnantes. Una cárcel no, no deberías quedar al amparo de los muros. Deberías
ser expuesto en las aulas de los colegios. No para que te vean los niños, sino
para que sean las niñas, las mujeres del futuro la que te mirasen a los ojos y
que con ellos pudieran contemplar tu penosa estampa. No hay remedio para ti,
maltratador malnacido. Ni siquiera hacerte el favor de cortarte la cosilla que apenas
se bambolea entre tus piernas. Se te debería negar el derecho a llevar ropa,
que fueras desnudo por el mundo. Tantas cosas se te deberían hacer. Y tantas
otras te haría yo mismo con mis propias manos.
Como comprenderás la
rabia apenas me permite continuar con esta carta. La rabia de un hombre, algo
que desconoces porque tu naturaleza degenerada no te da para más, de un hombre
al que las leyes no le permiten darte caza como su cuerpo le pide.
Así que me despido,
desecho. Confío en que tu vida dure cien años por lo menos y que tu capacidad
de erección -o lo que sea eso que te ocurre en la polla muy de vez en cuando-
se limite al cero absoluto cuanto antes. Lo lamento profundamente por tu madre.
Ella fue la primera mujer que tuvo que soportar la desgracia de tu existencia.
Pídele a los dioses no
cruzarte conmigo. A más ver.
Atentamente,
Eduardo Flores.
P.D: Puedes dar gracias de que esta carta no te la haya escrito una MUJER.
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