sábado, 9 de agosto de 2014

Dos criaturas




Pongamos que dos criaturas se disfrazan de personajillos de un insuperado pasado y dicen, por decir algo y por dar a sus vidas vete tú a saber qué, digamos, una causa justa, y que van las dos criaturas, de esta guisa disfrazados, y se van nada más y nada menos que a la guerra, aprovechando las vacaciones.

Lo mismo las dos criaturas no saben que en la guerra, en el campo de batalla, los ideales se olvidan pronto. Porque el campo de batalla no da para pensar en esas cosas. El tiempo se va, entre una cosa y otra, en una serie de asfixiantes actividades poco divertidas para tratar de seguir vivo. Pero ellos no lo sabían antes de marchar clavando tacón y levantando la barbilla. Bueno, los muchachos tienen sus ideales, tan malos como cualquier otro, y allá que se fueron, sin tener ni puta idea de lo que es el fuego y el movimiento. No pocas collejas en ruso les han debido caer entre pelonada y pelonada.

El periódico El País les hace un reportaje a las dos criaturas. Facebook se encarga del resto. Y desde los dos bandos de siempre se vierten todas las estupideces de que son capaces. Derechones y rojillos todos al unísono, unos alabando otros indignados. Seguimos dando cuerda a la imbecilidad en esta España de los horrores con representación en Donetsk.

Al igual que estas dos criaturas perdidas y engañadas también los derechones tienen sus soldaditos de cartón piedra repartidos por el mundo. Conozco a más de los que quisiera y también ellos defienden el bien de las siempre amenazantes garras del mal. El bien del mal, qué cosas, y para ello, a la guerra que se van, voluntarios.

No sé qué clase de historias les contaron a las dos criaturas. En cualquier caso, olvidaron decirles que en Ucrania por lo único que se lucha es por la forma de entender el capitalismo y nada más, esto es, se lucha por el poder, que es lo que siempre ha llevado a los hombres a la guerra. Nada que ver con las películas que les han contado a las dos criaturas sedientas del intenso olor a pólvora y el sabor de la sangre en el cielo de la boca que provoca la angustia del soldado. Tampoco les dijeron que el pueblo ucraniano es de esos que siempre están en medio de algo y que ya tienen llenos en exceso los cementerios, precisamente por estar siempre en medio de algo. El Rafael Alberti de turno no les dijo aquello del Miguel Hernández que no les interesa de que las guerras siempre son tristes si no es el amor la empresa. Qué más no le dijeron. No les dijeron que si morían -tanto como si sobreviven- sus acciones no habrán valido más que para llenar un poquito más de mierda este mundo, sobrado de género.


Para muchos la guerra es como una especie de deporte de aventuras. Uno en el que la cuerda nunca es doble y en el que las ambulancias siempre están demasiado lejos. A lo innecesario de una guerra se une lo innecesario de los hombres que viven empalmados por ellas. Da igual, derechones y rojillos -qué cansinos me parecen-, todos conviven conectados por el error. Las referencias al 36 al hilo de la aventura de las dos criaturas me parecen vomitivas. Las referencias al 36 sólo tienen validez cuando es el aprendizaje lo que se pretende. Pero no, para eso no, que es muy cansado y además no nos interesa aprender una mierda. No morirán las dos criaturas y espero que así sea, que no mueran.  Pero me jode que puedan volver al acabar sus vacaciones convertidos en héroes de hojalata. Darán discursos que alimentarán la mentira y avivarán fuegos dolorosos. Su gesta servirá para que otros señalen su existencia y la necesidad de combatirlos, y así pagaremos los del medio una vuelta más de la noria. Así seguiremos escribiendo los cuentos del nunca acabar en los que los dioses y los reyes, las princesas y los caballeros, los fachas y los rojos, se engalanan con la sangre de los hombres que articularon un argumento maravilloso para las futuras víctimas y lectores. Seguirán los del medio pagando con su muerte las guerras de los poderosos. Y nada de esto parecen saber las dos criaturas que se fueron a Ucrania a combatir, tampoco mis amigos los derechones que sé que están en África -por poner un escenario-, y tampoco lo saben en El País y tampoco lo saben los que desde Facebook insultan a la inteligencia tras la trinchera de la banda ancha y la estulticia.

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