Pongamos que dos
criaturas se disfrazan de personajillos de un insuperado pasado y dicen, por
decir algo y por dar a sus vidas vete tú a saber qué, digamos, una causa justa,
y que van las dos criaturas, de esta guisa disfrazados, y se van nada más y
nada menos que a la guerra, aprovechando las vacaciones.
Lo mismo las dos
criaturas no saben que en la guerra, en el campo de batalla, los ideales se
olvidan pronto. Porque el campo de batalla no da para pensar en esas cosas. El
tiempo se va, entre una cosa y otra, en una serie de asfixiantes actividades
poco divertidas para tratar de seguir vivo. Pero ellos no lo sabían antes de
marchar clavando tacón y levantando la barbilla. Bueno, los muchachos tienen
sus ideales, tan malos como cualquier otro, y allá que se fueron, sin tener ni
puta idea de lo que es el fuego y el movimiento. No pocas collejas en ruso les
han debido caer entre pelonada y pelonada.
El periódico El País
les hace un reportaje a las dos criaturas. Facebook se encarga del resto. Y
desde los dos bandos de siempre se vierten todas las estupideces de que son
capaces. Derechones y rojillos todos al unísono, unos alabando otros indignados.
Seguimos dando cuerda a la imbecilidad en esta España de los horrores con
representación en Donetsk.
Al igual que estas dos
criaturas perdidas y engañadas también los derechones tienen sus soldaditos de
cartón piedra repartidos por el mundo. Conozco a más de los que quisiera y
también ellos defienden el bien de las siempre amenazantes garras del mal. El
bien del mal, qué cosas, y para ello, a la guerra que se van, voluntarios.
No sé qué clase de historias
les contaron a las dos criaturas. En cualquier caso, olvidaron decirles que en
Ucrania por lo único que se lucha es por la forma de entender el capitalismo y
nada más, esto es, se lucha por el poder, que es lo que siempre ha llevado a
los hombres a la guerra. Nada que ver con las películas que les han contado a
las dos criaturas sedientas del intenso olor a pólvora y el sabor de la sangre
en el cielo de la boca que provoca la angustia del soldado. Tampoco les dijeron
que el pueblo ucraniano es de esos que siempre están en medio de algo y que ya
tienen llenos en exceso los cementerios, precisamente por estar siempre en
medio de algo. El Rafael Alberti de turno no les dijo aquello del Miguel Hernández
que no les interesa de que las guerras siempre son tristes si no es el amor la
empresa. Qué más no le dijeron. No les dijeron que si morían -tanto como si
sobreviven- sus acciones no habrán valido más que para llenar un poquito más de
mierda este mundo, sobrado de género.
Para muchos la guerra
es como una especie de deporte de aventuras. Uno en el que la cuerda nunca es
doble y en el que las ambulancias siempre están demasiado lejos. A lo
innecesario de una guerra se une lo innecesario de los hombres que viven
empalmados por ellas. Da igual, derechones y rojillos -qué cansinos me
parecen-, todos conviven conectados por el error. Las referencias al 36 al hilo
de la aventura de las dos criaturas me parecen vomitivas. Las referencias al 36
sólo tienen validez cuando es el aprendizaje lo que se pretende. Pero no, para
eso no, que es muy cansado y además no nos interesa aprender una mierda. No
morirán las dos criaturas y espero que así sea, que no mueran. Pero me jode que puedan volver al acabar sus
vacaciones convertidos en héroes de hojalata. Darán discursos que alimentarán
la mentira y avivarán fuegos dolorosos. Su gesta servirá para que otros señalen
su existencia y la necesidad de combatirlos, y así pagaremos los del medio una
vuelta más de la noria. Así seguiremos escribiendo los cuentos del nunca acabar
en los que los dioses y los reyes, las princesas y los caballeros, los fachas y
los rojos, se engalanan con la sangre de los hombres que articularon un
argumento maravilloso para las futuras víctimas y lectores. Seguirán los del
medio pagando con su muerte las guerras de los poderosos. Y nada de esto
parecen saber las dos criaturas que se fueron a Ucrania a combatir, tampoco mis
amigos los derechones que sé que están en África -por poner un escenario-, y
tampoco lo saben en El País y tampoco lo saben los que desde Facebook insultan
a la inteligencia tras la trinchera de la banda ancha y la estulticia.
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