Se me abre de nuevo el
debate. Siempre lo hacen otros, no yo, que lo considero innecesario: vamos a
ver, ¿tú eres de derechas o de izquierdas? Para empezar servidor es ingenuo,
sobre todas las cosas; de segundo, un tipo desmedidamente apasionado. Esto
último trae no pocos disgustos, hasta que la edad lo haya pulido, no demasiado,
espero, frustraciones propias del poeta romántico. Pero ingenuo, decía de mí, e
insisto, ni de derechas ni de izquierdas, más bien un peatón humanista. Que no
es lo mismo que decir de izquierdas, que la izquierda tampoco ha demostrado
serlo una vez alcanzada la falsa victoria. Tampoco soy de Podemos, no me
considero un podemita: en el mercado están las peras, las manzanas y las
naranjas; y las peras están pochas, las manzanas llenas de bichos y las
naranjas, aunque caras, tienen buena pinta; ¿qué voy a comer de postre? Claro
que decir, mi pensamiento es de corte humanista, suena pretencioso, cuando no
debería. Y suena pelín cursi decir que se es un ser humano que no solo se
preocupa de sí mismo, sino que también se preocupa por otros semejantes y, en
esa línea, en el pasado, presente y futuro de la especie pensante de entre
todas las que habitan este globito verde y azul, al que, de seguir así, le
queda no más de un cuarto de hora. Quien no haya visto el mal, quien no ha sido
capaz de reconocerlo en sus propias palabras y acciones, tiene poco material
para ver la realidad del mundo en toda su complejidad, de intuirla siquiera.
La complejidad de ese
mundo y la ceguera generalizada son la causa de que al ser publicada la
fotografiada del niño sirio durmiendo el sueño de los justos en una orilla
turca muchos traten de hacer política con un problema que ante todo se ha de
solucionar siendo humanos, ni de derechas ni de izquierdas, ni europeos ni alemanes
ni españoles, humanos. Ahora en estos tiempos, veloces como un Cadillac sin
frenos, que dijo Sabina, nuestra humanidad parece perdida, del todo y sin
remedio. El columnista Enrique García-Máiquez trata de colarnos en su espacio "Su
propio afán", tan propio, en el Diario de Cádiz, los supuestos factores
económicos y culturales que no estamos valorando por un prurito de
sentimentalismo en el asunto de la acogida de refugiados; lo hace bien, tiene
oficio en esto. Su buen uso de la pluma es un desperdicio cuando lo que se
escribe roza lo mezquino, cuando no una carencia total de empatía, una
lamentable ausencia de humanidad, muy poquita vergüenza. Es uno entre muchos.
Tampoco tiene sentido difundir la noticia que circula por ahí queriendo vender
que los hambrientos que escapan de la guerra rechazan comida por llevar estos
paquetes la conocida cruz roja por ir en contra de su religión. Hay quienes han
abierto en Facebook una página llamada "Aforo completo", nada que
comentar al respecto. Va a resultar válido aquel versito que escribí hace un
tiempo que dice "que no es cierto, que haya más poetas que
genocidas". Lo cultural y lo económico importan bien poco cuando vemos que
las aguas nos devuelven ahogados los niños de aquellos que huyen del Mal, de la
guerra.
Los señores de la UE
han prometido tratar el asunto de los refugiados el día 14 de este mes. Si
saben que van tarde en esto y además no se reúnen de urgencia, lo que sí es una
certeza, es que se la suda muy por lo bajo lo de los niños ahogados, lo de sus
padres y lo que ocurre en Siria, tan veloces que fueron con Libia, tanto como lo
fueron en Irak. Allá van los soldaditos, de ayuda humanitaria.
Había quien denunciaba
la imagen del pequeño Aylan -o que abrían debates paralelos sobre ética periodística,
mareando la perdiz más que nada, dando a valer su opinión por ser su opinión
tan merecedora de reconocimiento, la mía es más larga y gruesa than your- por
lo desagradable de la misma, que era poco útil su difusión, que como esa habían
visto muchas y que no servía para cambiar nada. Muy poco tenemos realmente los
peatones para cambiar las cosas, un mínimo margen de movimiento y apenas unas
pocas herramientas. Entre esas herramientas están las redes sociales, que no
todo va a ser ordinariez y autobombo e hipocresía. A partir de la respuesta
general e indignación mostrada en las redes, la presión ejercida como uno más
de esos pocos fenómenos espontáneos y justos que ayudan a la reconciliación con
el ser humano, el discurso de los mandamases europeos cambió y las cifras de
personas a refugiar también, se empezaron a manejar más del doble de lo que se
había tratado en un principio.
Me preguntaban al
respecto de mis inclinaciones políticas: ¿qué prefieres, el orden o la
justicia? Estaba claro que si respondía una cosa era de derechas, si la otra,
de izquierdas. Me niego a responder, obviamente, para no seguir un juego
pueril. Esperé un poco antes de decir que el debate entre izquierdas y derechas
me parecía antiguo, poco eficaz, me apoyo en lo que sabemos del siglo XX. Fue
entonces que el problema era que yo pertenecía a otra generación, una más
reciente, como si no habitase uno el mismo mundo que ellos, como si mi realidad
fuera otra distinta. Podría haber dicho algo de lo vivido hasta este preciso
momento, lo que he visto en otras partes del mundo -un mundo dentro de este
mundo-, lo que una vez provocó en mí el pensamiento en el que la política tiene
un peso menor que otras cuestiones. Pero no lo dije. Ver y vivir cambiaron una
forma de pensar, de entender, ir un poco más allá en los problemas que aquejan
a la humanidad de estos tiempos, de este Cadillac desbocado. Es por eso que
creo que la fotografía del pequeño Aylan es necesaria, también otros tendrían ahora
la oportunidad de ver y de vivir, si aún les corre sangre por las venas, y se
olvidarían por una vez en su insignificante existencia que son de derechas o de
izquierdas; sobre todas las cosas, son humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario