martes, 21 de julio de 2015

Saboread el cálido amargor de vuestra derrota.



Detengamos la máquina generadora de ilusiones. Sí. Bajemos las revoluciones, poco a poco, tampoco queremos que se rompa. La hélice, lentamente, se va dejando ver, vemos que es hélice y no circunferencia de espuma rabiosa. Seamos realistas. Eso es. Realistas. ¿No somos al fin y al cabo hijos del primer mundo? Seamos realistas, que no es tan malo.

Y la realidad es ni más ni menos que nada podemos hacer para cambiar las cosas. Las cosas son. Nada más. Jamás tuvimos en nuestras manos por medio de la democracia la capacidad de mover el más mínimo átomo de nada. Eso es realismo. Fue todo tan fácil, es tan doloroso además ejercitar la memoria, tan cómodo y opiáceo el olvido. Detengamos pues toda intención de pensar en que un mundo mejor es posible porque no lo es. Siempre habrá alguien que aparezca de entre las sombras y le hables y te mire raro y tú te sientas poco menos que carajote cuando le digas que crees en algo que está muy por encima de su religión superficial y barata. Siempre surgirá alguien, de lo oscuro, que te diga, seamos realistas.

Hagan el favor de tenerme la máquina a ralentí un poco más.

El realista es ese tipo que no ha visto, que no mira o que lo hace sin ver, es, el tipo, incapaz de estremecerse ante la mano que se le coloca delante de las narices cuando le piden una limosna. Mira la mano con desprecio porque no sabe lo que ve. Es ese tipo, el realista, uno que sabe que sus hijos duermen cada noche en una cama cubierto de sábanas, mantas y colchas. Claro, si no ha visto no puede imaginar. No ha visto a otros niños como el suyo jugando al fútbol cerca de un campo de minas. Nunca un niño le ha ofrecido con una extraña sonrisa un pepino de ciento cinco sin explosionar. Ni siquiera sabe que hay niños en algún lugar que con solo diez meses sobre la faz de la Tierra son capaces de correr a zancadas tras un coche para pedir un poco de agua. Ese es el realista, el que te dice esto es lo que hay. A mí me ha tocado bien y a otros mal. Sé realista, tipo ingenuo, iluso. Lo llevamos a ralentí dijimos.

Un ejercicio de realismo es decir que en España no existe la pobreza porque pobreza es lo que hay en África. Como no ha visto tampoco sabe que en África, en el continente negro, pobreza es un término bastante inexacto e injusto. No se le puede llamar pobreza al Holocausto Africano, ni a la mayoría de las miserias que se dan en Asia, Sudamérica o Centroamérica. No lo puede imaginar porque no lo ve, no lo muestran los medios si no proporciona por lo inmediato suficientes beneficios, si no es noticia candente, y noticia candente no puede ser la brutal mortandad infantil, eso no es noticia, noticia sería, por ejemplo, que el ébola se expandiese de tal manera que, en el peor de los casos, con una mínima probabilidad, pudiese llegar a Europa. Eso es noticia, porque es terror y el terror mueve dinero, de un modo u otro. No es noticia que la malaria siga siendo la enfermedad más mortífera de África, por encima del sida, cuando la erradicamos de Europa en un échate pa´llá que hace caló.

El realista, por lo general, está conforme con todo. Aquí, en España, recuerden, el país del dolor de huevos, el realista, que también es el correcto, se conforma con todo, se conforma con que estén en su sitio los mismos de siempre, los que le mantienen ahí, en ese realismo inamovible, mientras la cosa funcione, que claro, funciona, cómo no, sobre todo si somos incapaces de mirar a otro lado, no al otro, no al casi semejante, no al que lo pasa mal, no al casi pobre. Ellos son realistas, han nacido en el momento oportuno en el lugar indicado.

Como no podemos pedir semejante esfuerzo, tal capacidad de sacrificio, lo mejor, es pedir al resto que detenga la máquina de las ilusiones. Sobrevivan. Así, a ralentí, motor diesel, contenido, apretando las muelas, cada vez, un poquito más. Podemos pedir eso.

O tal vez no.

Quien lleva en el pecho un corazón hasta las trancas de sangre hirviente no puede dejar morir sus ilusiones, no puede consentir ciertas cosas. Y sí, tenemos la suerte de no vivir un holocausto como el africano, pero cada vez es más palpable, más irrespirable el aire, más lejano el umbral del dolor. Han depositado sobre nosotros la muerte en vida, no es una exageración, mira y ve, joder, a tu alrededor, casi imposible ganarse la vida, sueldos indignos, contratos miserables, la muerte en vida, sí, como en aquellas distopías de la literatura y el cine, esas en la que existen los afortunados, viviendo de la suerte que no han ganado o que han ganado de forma mezquina, esas mismas en las que el resto son los desechos sociales que laboran la cuna de sus riquezas. Que no es una exageración, que está ahí, lo vemos cada día. Si miras lo ves. Si tú miras, no más allá de tus parientes más cercanos, los ves, mendigando el pan, arrastrándose por un puesto de trabajo, los ves. Esa es nuestra verdadera realidad y no otra.

Pero existen los que llevan dentro del pecho un corazón hasta las trancas de sangre hirviente y no pueden dejar morir sus ilusiones, la creencia de que un mundo mejor es posible. Es muy poca la capacidad de maniobra, apenas nada, un resquicio en las leyes quizá, nada, o casi nada, lo justo para que muy de vez en cuando nuestro sistema político permita que se generen algunos partidos al margen de lo conocido, en principio ni mejor ni peor, desconocidos, diferentes, llevando consigo un mensaje de ilusión. Ilusión, aquello que repatea las tripas del realista que impone su conformismo acomodado con un sé realista. Así que detengamos la máquina, hasta aquí habéis llegado, saboread el cálido amargor de vuestra derrota.

O mejor no, qué cojones, que nadie toque nada, la mano fuera de la consola de mando, que nadie se mueva mecagoendiós, ilusiones, de eso es de lo que se trata, de conservarlas, de mirar, de ver, de creer que lo merecemos, de eso, seamos combativos, que ya la guerra está perdida, mejor morir matando.

***

Hay quien celebra lo ocurrido en Grecia. En Grecia ha ocurrido que se ha puesto un pie sobre las ilusiones, la han descabezado, y hay quien lo celebra. Apenas han dejado respirar a Tsipras desde que el sistema político griego lo nombró primer ministro. Y aquí en España nos lo han mostrado a todo color. Eso sí teníamos que verlo. El gobierno de Tsipras y su voluntad de luchar por las ilusiones fue ratificado de forma asombrosa por una mayoría de griegos en sonado referéndum. Fue tan bonito mientras duró. Cabeza de turco Tsipras ha sido sacrificado y con él todo el pueblo griego. En España hay quien se alegra, también quien ha vivido la tragedia griega como propia, el pisotón ha sido tan grande que alcanzó en gran medida la ilusión en el país de la Ñ.

No es casualidad. Lo que está ocurriendo en Cádiz se le asemeja bastante. ¿Cómo empieza todo? Es muy sencillo. El alcalde de Cádiz llega al ayuntamiento como quien entra en una trampa mortal. Es el peor de los escenarios políticos posibles. El partido que facilitó el hecho, quien le puso la zanahoria, el PSOE, representado por Fran González, un tipo ruin a todas luces, sin más oficio ni beneficio que el de trepar en la política, una vergüenza de tipo en realidad, fue largo como solo un partido de tales características y currículum puede serlo. Echaban a la peso pesado de Teófila Martínez del ayuntamiento, su cortijo, su expositor de joyas, después, todo sería coser y cantar. Y lo está siendo, no sin ayuda.

La campaña de desprestigio, el acoso y derribo a José María González "Kichi", es una aberrante historia de la infamia. En lugar del sano escepticismo con que deberíamos observar sus movimientos en el ayuntamiento, en vez de eso, se ha optado por ponerle encima la lupa que nunca tuvo la anterior alcaldesa, tal vez por temor a su ira. Y es aquí donde entran los medios de comunicación. Pasen y lean, de verdad, a los esplendidos columnistas y blogueros, no tiene desperdicio. Mientras tanto, en el resto de España, la estrategia es más insidiosa, menos directa, se ataca al nuevo y amplio espectro de la izquierda inoculando la mala sangre del terror en el pueblo. Se habla de populismo, acusan y señalan hablando de populismo poniendo bajo el título la fotografía del temible Hugo Chávez. Claro que es populismo, por supuesto que lo es, ¿cómo si no despiertas a un pueblo dormido desde siempre, el pueblo que ha permitido que le roben a manos llenas delante de su cara? Es populismo y es mover el asiento de quienes se creían obligados a ser víctimas y espectadores, un populismo que les recuerda que aún pueden permitirse soñar con que sus hijos tendrán una vida mejor.

En Cádiz tenemos tipos como el señor Fernando Santiago, más que periodista, polemista, que es lo que le va, la polémica. No duerme, no descansa, su campaña debe ser personal, no se me ocurre otro motivo. Día tras día el tipo insiste en señalar cada paso del alcalde. Tal actitud es sospechosa. También es sospechoso el caso de la famosa historia del cónsul alemán, esa leyenda urbana que circulaba por mensajes de un móvil a otro hasta acabar en las páginas del primer periódico de la ciudad en un artículo claramente dirigido a la demolición. Por otro lado está el periódico La Voz. Alabado y aplaudido ha sido el artículo en el que se criticaba la conciliación familiar por el hecho de que el alcalde procura no ser solo un animal político. Y bueno, todo esto es sospechoso, lo es, todo en su conjunto, podríamos seguir enumerando jugadas y no parar. Ni seis meses en el ayuntamiento y ya se puede decir que al alcalde de Cádiz se lo han cargado. Gran parte del trabajo lo han hecho los periodistas. Qué grande les queda el título, joder, qué pena estudiar toda una carrera universitaria para convertirse en títere, por unos míseros euros.


Todos estos que hacen el juego sucio también empujan el pie que pisa la capacidad de ilusionarse de los ciudadanos más perjudicados por el momento político y económico. La responsabilidad es grande, son cómplices de los que están causando tanto mal. Culpables son.

2 comentarios:

  1. Llevo ya algún tiempo pensando que, por el tono de ciertos periódicos y la escasa diversidad entre sus columnistas, estos no están haciendo periodismo, ni siquiera están haciendo política; simplemente están presionando para recibir subvenciones y beneficios en publicidad como la que ya disfrutaron con el anterior consistorio.

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  2. Mucho de eso hay, José Joaquín. Toda esta podredumbre es una mezcla de política y economía, la de algunos, claro. Después están los chupatrancas con delirios de autor; sí, esa banda dispuesta a vender a su madre con tal de ver su nombre ligado a cualquier publicación. Hay de todo en esto. Y por eso, quienes creen que tienen algo que decir ahora es el momento. A la columna difamatoria/aprovechada/instrumentalizada deberían responder aquellos que, desde el margen, desde donde se teclea por amor al arte, aquellos que no se pueden conformar con lo que nos venden, tienen una obligación moral con el oficio. La indiferencia o el conformismo de muchos es el arma principal de unos pocos. Los "intelectuales", ni están ni se les espera. Hacen cola en la puerta del blog de Daniel Heredia mamando por una reseña.

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