miércoles, 15 de julio de 2015

Echar cojones lo llamo yo.


Lo que está ocurriendo en Grecia.


Todavía me sorprende la escasa reacción o la indiferencia del españolito medio ante lo que está ocurriendo en Grecia. No estamos poniendo las barbas a remojar, que es lo que toca. Lo peor de todo es quizá el discurso de ese lote informe al que llamo escasa reacción. Que se sepa el complejo de superioridad -mal que aqueja gravemente a los alemanes desde antiguo- no es un trastorno contagioso. Ah, sí, nosotros, los españoles, hacemos la cosas de forma correcta, no como los griegos. Vemos a nuestros políticos tan rectos, tan correctos, ellos, nuestros políticos, sus formas y maneras son tan... rectas y correctas y pulcras, guardando las formas, con ese saber estar y esa mirada como de estar eternamente ocupados en su mundo interior por las preocupaciones de los ciudadanos, sobre todo en pre campaña. La corrección, la estabilidad, la falsa apariencia de estabilidad, nos la pone dura y nos pone, la cara, de alemán Merkeliano. Mi alma por el Bundesbank. Mientras ellos, nuestros políticos, sepan mantener esa forma de subirse al escenario, pueden estar tranquilos, nuestro miedo seguirá brindándoles el poder que los alimenta. Alemania dejó de ser sospechoso, querían cargarse a Grecia, ya no se cortan en decirlo. Supieron de su incapacidad para entrar en el Euro e hicieron la vista gorda. Después todo se jodió, lo recordamos, la economía del primer mundo se vino abajo porque los elementos reguladores (léase gobernantes) de los Estados dejaron las puertas abiertas a quienes manejaban su parné para que hicieran y deshicieran a su antojo a escala planetaria; y no contentos, los que manejaban el parné,  después del diluvio, volvieron a tomar el control (léase los mercados), y los gobernantes de los Estados, atados  de pies y manos siempre por aquello de la gracia de don Dinero, procedieron, una vez más, soltando las riendas del caballo, que total, siempre va en círculo, como en las carreras, como los ponis en la feria. Las guerras del siglo XXI son diferentes, y a Polonia ahora la llamamos Grecia.

Un dibujito na más.


Pero en España hacemos lo correcto, que en España siempre se ha sido obedecer, a los reyes, a los señores, al dictador, a la troica. Lo demás, vagancias y anarquía. En España sólo nos ponemos en pie cuando nos lo dice un cura, así ha sido siempre. Nos enorgullecemos de nuestro valor en aquella mentira mal contada de la independencia de los franceses, nos enorgullecemos, también, de aquella otra mentira que llamamos reconquista. Somos así, de inflar mucho el pecho como gallos de marzo, cuando a toro pasado, y a sabiendas decimos que era toro porque pudimos verle los huevos, creemos que alguna vez fuimos valientes, y no como ahora, que mejor hacer la del avestruz, hasta que pase el temporal, como si lo hubiese, temporal y no mal endémico, como si fuera a pasar.

Lo correcto.

España es mucho de moverse según lo correcto, lo que quienes consideramos correctos dicen que es lo correcto. Lo decía el señor Marhuenda -muy viajado por lo que se ve- el otro día en famoso programa de La Sexta: en España no hay pobreza, tomando como paradigma de pobreza el Holocausto Africano. Es lo que tienen los matices, que se puede sacar punta a un lápiz y escribir fino y limpio, o bien, dejar punta gorda, y como siempre he vivido del carajo, pues hala, que no tengo ni puñetera idea de lo que es la pobreza. Pero en fin, ese es Marhuenda, un señor correcto que aprecia lo correcto de nuestros gobernantes cuando son los de la escuela de los reyes, los señores, los dictadores y la troica, los que llevan el cortijo.

Es el españolito medio y cobarde lo que realmente me preocupa, los que no saben que les han puesto las barbas a remojar desde hace algunos años, sin preguntar, diría yo, si se ha de pensar en las últimas elecciones generales (En España, las elecciones generales vienen condicionadas casi siempre por factores externos: atentados, crisis financieras). Me preocupan aquellos que no saben realmente qué es tener que pelear por llevar la hogaza de pan a sus hijos, los que se conforman porque aún no les ha llegado el agua a mojarle los tobillos siquiera. Tienen una muy pobre visión de la realidad. Si acaso llevan un kilito de arroz a Cáritas como quien lleva a un vagabundo a comer en Nochebuena y lo largan antes de las copas.  Piensan estos que van a permanecer así eternamente. Lo piensan porque saben que papá hizo bien los deberes, esto es, apostar a caballo ganador, siempre la pela, y no hablar más que cuando es quien está a su lado quien tiene la ocurrencia de decir que no, que ya está bien, que un pueblo trabajador merece conocer el verdadero significado de la palabra dignidad. Son los delatores de todas las guerras, los lacayos, los cobardes que miran para otro lado cuando se le impone al "pueblo soberano" griego medidas propias del feudalismo más repugnante. Son estos elementos, los hijos de papá de toda la vida, los que jamás pelearon por la hogaza, los aspirantes a VIP (como lo son sus papás), quienes hacen el trabajo sucio de los correctos. El españolito medio, de siempre tan cobarde, no tiene nada que hacer, mira de reojo a los griegos, y todavía se permite un aire de superioridad.

España.


Después está esa amalgama informe y ambigua que llamamos intelectualidad. A poco que uno haya leído se dará cuenta de que siempre han existido los opresores y los oprimidos. Fíjate tú que yo, bípedo implume, españolito circunstancial, sin el bachillerato terminado, soy más de estar del lado de los oprimidos, porque me es fácil entender que lo de los opresores es más bien una cabronada, se mire por donde se mire. Pues eso, a la intelectualidad, esos que se saben intelectuales, en todo esto, ni están ni se les espera, al menos a la mayoría de ellos. Tenemos un premio Nobel residente en la piel de toro cuyo nombre ha saltado al papel cuché por la frivolidad de juntarse al conejo más rentable de España. Sí, al hombre a veces le da por hacer una gracia en columnas de opinión, pero poco más. El conocimiento deber llevar invariablemente al humanismo, aunque éste lleve a esa forma de entenderlo que es la misantropía. Toda visión humanista lleva a considerar inaceptable lo que está ocurriendo con los pueblos, con esta vindicación de los poderes de siempre para hacernos ver que siempre han sido ellos quienes nos manejado según sus intereses. Pero ser intelectual ahora significa otra cosa, es ser más Rafael Alberti que Miguel Hernández, que por supuesto no era un intelectual. Ser intelectual reconocido quiere decir que haces caja a base de adoptar posición de ele con los pantalones bajados y a base de echarse abajo las rodillas. Intelectuales de izquierdas movidos por egos velados por la causa justa. Intelectuales de derechas, pero sobre todo, correctos. El arte pasa por su peor momento, ya que cualquier tiempo pasado, ya saben. Vemos al señor Koons, su arte, el arte de la nada. Vemos la música que manda, tan falta de contenido en todos sus aspectos. Vemos una literatura banal. Vemos, es tan obvio, que la vida se nos escapa de las manos. Pero tenemos demasiado miedo.

Arte.

Intelectual poniendo cara de premio Nobel.

Es por ello que Mariano Rajoy celebra la ruina de Grecia. Señala al nuevo partido como el principal de todos sus males, como si antes sus coleguitas no hubiesen pulverizado su administración política y económica. El españolito medio suspira, ay, qué suerte de tener a Mariano, tan notario él, tan correcto, como un obispo o un general, qué suerte.

Su mensaje de austeridad iba dirigido a quienes han rescatado a los bancos y no se les ha devuelto una perra gorda, a los que han sido desahuciados, a los que cerraron su negocio de toda la vida, a los que el sistema sanitario tiró en una cuneta; iba dirigido a los que tenían miedo. Antes les decía, cuidado con el lobo, coge por aquí, corazón (por el camino austero, el correcto) y no te muevas, que viene el lobo, es por tu bien. Y claro, vemos Grecia, y los más suspicaces entendemos lo del lobo de otra manera. Mariano Rajoy es cómplice y por lo tanto culpable del crimen que se está cometiendo con Grecia. A Tsipras no le ha quedado otra que escapar de las Termópilas y entregar Esparta, se ha rendido, ni siquiera tenía la posibilidad de morir dignamente en el intento. Su bajada de pantalones responde a un acto de valentía. No puedo mancharme las manos de sangre, por más que yo pueda morir, no dejaré morir al que considero mi pueblo. Varoufakis también fue valiente: a estos hijos de la gran puta se les ha de hacer a lo talibán, no queda otra, y se echó con chupa de cuero y moto, al monte Olimpo.

Vagancia y anarquía. Lo incorrecto.



Deberíamos hacer algo los españolitos de a pie. Echar cojones lo llamo yo. Pa variar el curso de la Historia. 

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