Existen tres tipos de
personas: las ovejas, los lobos y los perros pastores. Las ovejas son criaturas
débiles, siempre vulnerables al ataque de los lobos, que son fieros y actúan
con maldad. Equilibran la balanza los perros pastores, lo suficientemente
fuertes para protegerse a sí mismos y salvaguardar la paz de las dóciles
ovejas. Lo dice un cabeza de familia norteamericano del estado de Texas.
Sentados a la mesa escuchan el discurso paterno sus dos hijos, el menor lleva
en el rostro las marcas de una pelea reciente, el mayor es Chris Kyle. Ambos
niños crecen en el sueño de convertirse en vaqueros y triunfar en los rodeos,
el menor siempre a la sombra del mayor. Pero la realidad se impone, y los
sueños, bueno, los sueños no suelen tardar en convertirse en anhelos
frustrados. La historia nos invita a seguir a Chris Kyle, ahora un fornido
Bradley Cooper (El equipo A, 2010; El lado bueno de las cosas, 2012). Ya es un
hombre y es un perro pastor, por genética y por convicción. Cuanto tiene que
proteger es insuficiente. Ha cambiado sus viejos sueños por otros.
Pero la historia no
comienza en Texas. Las calles de cualquier ciudad iraquí son peligrosas
ratoneras para los marines que han de patrullarlas. Equipos de tiradores
selectos de los Navy SEAL (acrónimo de SEa, Air and Land, una unidad de
operaciones especiales de la armada norteamericana) se reparten por las
irregulares azoteas protegiendo con sus fusiles de largo alcance a los hombres
que se mueven con cautela entre los edificios. Chris ha de tomar una decisión:
un niño recibe de manos de su madre una granada para lanzar a las fuerzas
invasoras. Lo tiene en su punto de mira, no es un disparo difícil. Cuando se
dispone a apretar el disparador la historia da una salto atrás en el tiempo y
nos lleva al joven texano atendiendo a las lecciones de su padre mientras
apunta a una presa que se mueve a una considerable distancia. El disparo es
certero, el niño tiene un don y su padre lo sabe, el don de la precisión en el
disparo.
Ya sabemos -aunque no
lo podamos explicar- que era una cuestión de tiempo que Chris acabase en las
fuerzas armadas del que considera el mejor país del mundo. Lo vemos superar las
duras pruebas a que son sometidos los SEAL con la convicción de que algún día
será un verdadero perro pastor, algo para lo que lleva preparándose toda la
vida. Y surge el amor. Chris se enamora en la barra de un bar, ya es un soldado.
Ella es Taya (Sienna Miller, Just like a woman, 2012) y aparenta no querer ni
oír hablar de los SEAL o de los militares en general. No tardamos en verlos
juntos sin embargo, él es guapo y simpático y tiene algo que lo hace diferente
a los demás. Puede ser. También entran en los sueños de Chris Kyle el formar
una respetable familia americana. Chris y Taya se casan y el mismo día de la
boda Chris recibe la llamada que todo militar espera: será desplegado en Irak.
A partir de aquí
retomamos al francotirador Chris Kyle en la azotea con un niño en el punto de
mira de su fusil. La introducción ha acabado. Acompañamos al protagonista de
una historia real a lo largo de sus misiones en el Irak ocupado y lo acompañamos
en cada regreso a casa. Chris y Taya tienen hijos. Ella ha de vivir en soledad
y sufrir en soledad las continuas ausencias de su marido, él vive entregado a
un ideal que poco a poco va devorando sus entrañas. Alternamos las escenas de
acción de Chris entregado al combate con su vida familiar. Ya en tierras
lejanas, ya en casa, Chris nunca está. Y Taya lo sabe. Y pasan los años. Y la
historia matrimonial de Chris y Taya puede no acabar bien.
A la vez que Chris Kyle
se convierte en una leyenda para los suyos, el ángel de la guarda que los
protege desde las alturas, la insurgencia iraquí también apuesta por la
presencia de un tirador invisible que se mueva por las azoteas como un fantasma
felino. Uno y otro tirador se enfrentarán -siempre a distancia- en varias
ocasiones. El tirador insurgente de origen sirio crea su propia leyenda al otro
lado del muro de los destacamentos norteamericanos. Siembra el terror entre los
soldados de a pie. Para Chris es una obsesión, un lobo que viaja con él en cada
regreso a casa.
Clint Eastwood nos
muestra la post guerra de Irak con una veracidad sin precedentes en la gran
pantalla; la historia está reforzada por una completísima documentación, no me
cabe la menor duda (detalles como la evolución de la insurgencia iraquí con el
paso de los años o la exactitud en los movimientos tácticos de los soldados
americanos son buena muestra de ello). Ninguna otra película ha contado este
punto negro de nuestra historia reciente con la fidelidad con que lo ha hecho
el veterano director de Gran Torino.
Para ello ha tomado de nuevo una historia real, la vida de Chris Kyle. Eastwood
vuelve a demostrar que maneja como nadie el material sensible de los personajes
humanos en las más diversas circunstancias. Sabe que la guerra siempre es un
drama, durante años ha estudiado la violencia a través del cine. Pero el drama
tiene esa antipática tendencia al exceso. En American Sniper respiramos la agradable contención que nos permite
gozar de la emoción continua. Podemos estar de acuerdo o no con lo que ocurrió
en Irak, pero nada de eso importa. No se trata de otra bélica americanada, por
mucho que el título nos pueda llevar a engaños. El Irak de la ocupación es en
todo momento un escenario en el que colocar a un héroe tan humano y tan
imperfecto como lo son los héroes reales. No creo que a Bradley Cooper le
queden los suficientes años de carrera como para que pueda agradecer del todo
la oportunidad de Eastwood y las enseñanzas del maestro, probablemente sea la
mejor interpretación de su carrera. Cooper nos muestra a cada momento lo que no
se ve a simple vista, la verdadera misión del actor. Las escenas se suceden
rítmicas y los personajes principales, Chris y Taya, luchan -siempre al borde
de la derrota- su batalla paralela a los combates en las polvorientas calles de
Irak. Nos enamoramos de ella y de su agónico sufrimiento y nos compadecemos de
él, hijo inevitable de la sociedad que lo vio crecer y que lo hizo tal y como
se nos muestra. Chris Kyle es un verdadero creyente, ha ido a luchar por lo que
realmente cree que es justo, ejerce de perro pastor y lo hace como nadie,
Bradley Cooper nos lo hace creíble. La película es una muestra más de la gran
tragedia humana, no es difícil ver en ella mucho del todo a través de la parte.
Ya no podemos considerar buenos ni malos a ninguno de los bandos en una guerra.
Unos están de un lado y los otros del otro, todos, herramientas -que nunca
dejan de ser seres humanos- de algo que está muy por encima y que es casi
imposible comprender. Y aunque todo se nos cuenta desde una perspectiva muy
concreta Eastwood no se deja llevar por el patriotismo entendido a la americana
(por mucho que le pueda pesar a cierto sector de la crítica): la guerra deja
heridas imborrables en los hombres, ya sean éstas físicas o psicológicas, y
podemos ver estas heridas a lo largo de toda la película -no dudo ni siquiera
un poco en la intencionalidad de Eastwood tras ello- poniendo el acento en un
final tan trágico como imprevisible. Los personajes están colocados en el
contexto y los vemos moverse y hacerlo tal y como pudo ser o fue. No se trata
de comprender un conflicto -que quizá no tenga comprensión posible- sino de
ahondar en el ser humano actual que se ve en él. Pese a ser la leyenda para los
soldados norteamericanos, la fragilidad de Kyle reside en el mismo lugar en el
que se encuentran sus habilidades como guerrero, esto es, ni más ni menos, su
humanidad.
A mi modesto entender
Clint Eastwood sigue sin fallar, una película más. American Sniper es un regalo de principio a fin, un regalo con el
añadido de sorpresa. Sin duda, va a ocupar un lugar elevado en su brillante
y extensa filmografía.
Parece que hayas hecho tú el guión. Qué buena reseña.
ResponderEliminarGracias Ana. Cuando creíamos que Eastwood ya no podía superarse...
ResponderEliminarNo entendi el final, murio de que?
ResponderEliminarBueno, Gonzalo, no vamos a destripar el final por aquí, ¿no te parece? Tampoco está demás echarle otro vistazo.
ResponderEliminarMe pareció tan superficial y simplista la representación del OTRO, casi una marca del cine gringo bélico. Además, se filmó en Marruecos y eso se nota. La escena de la madre´, el hijo y el obús no es como en el libro, que no incluye al niño. Se nota que se incurrió así en el efectismo.
ResponderEliminar"Superficial y simplista la representación del OTRO". Imagino que te refieres al francotirador insurgente. Considero que Eastwood lo maneja en su justa medida en función de sus intereses para con la historia que pretende contar. Le da el protagonismo necesario. ¿Tiene alguna importancia que se filmase en Marruecos? A Ridley Scott no le salió nada mal a la hora de contar la historia de los Ranger en Mogadiscio. ¿Es efectismo el incluir a un niño en la escena de la granada -que no obús-? El cambio de lenguaje, del literario al cinematográfico, permite estas licencias. De hecho, la carrera de Eastwood, y su incuestionable maestría, se lo permiten por una razón bien sencilla: lo hace bien. No, no hay aquí nada de patriotismo barato yanqui. Se muestra a mi juicio bastante bien la cosa militar norteamericana. Por cierto, el cine gringo bélico ha dado al cine grandes películas. Otra cosa es que uno esté más o menos de acuerdo con la forma de proceder de los Estados Unidos en el mundo. Yo, por mi parte, la considero realmente aborrecible. Esto es cine, nada más.
ResponderEliminar"Imagino que te refieres al francotirador insurgente. Considero que Eastwood lo maneja en su justa medida en función de sus intereses para con la historia que pretende contar" Y el sr. Eastwood evade así que los de su partido lo tachen de "traidor".¡ Qué cómodo! Encima si es tan frío y objetivo ( así era el soldado en cuestión, dirá) ¿por qué escamoteó buena parte del proceder, de las acciones, del talante moral de ese "sniper"? que se reflejan en el libro y que en la cinta lo hacen más "presentable", como para que la audiencia no salga disparada de la sala. Marruecos como Irak o Somalia no, no tiene nada de malo...si aún quieren ver como ignorantes a todo el público, como un montón de analfabetos en geografía y antropología. Sí, mi amigo, ahí están los somalíes "bien orientados" rezando a La Meca y con el "mismísimo" biotipo del africano del Cuerno de África en la cinta que mencionas. De Scott, otra perla: la desértica(marroquí) Jerusalén de King of Heaven. Si se hubiese esforzado en irse a Jordania como hizo Bigelow para su cinta-tarea sobre Irak (con mucho parecido a ésta) no veríamos tantas disparidades. Y fíjate que sí, es efectista lo del niño y la granada que tú dices. No es solo licencia, es sensacionalismo, porque no es solo un niño y la granada, es la mujer y la granada del original que deviene en la cinta en esa mujer ajena, extraña, cubierta, que hace algo tan inconsciente con el infante que le quita todo gesto humano a su figura. Un ligero cambio a la hora de traducirlo en imágenes, ¿verdad? ¿Cómo se le llama a eso ? ¿Licencia que el cinematógrafo permite? Por último, dije que casi era una marca del cine gringo bélico la representación del otro. ¿Eso desmerece las contadas cintas de este género que merecen ser reconocidas? No creo. Yo, por tanto, me limité a señalar una característica, nada más. Hay excepciones, desde luego, y me sé muy bien las que son paradigma de lo contrario. De verdad, que esto solo es cine ¿o será que no?
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