La intimidad es ese
lugar imaginario en el que uno intenta decirse quién es con menos miedo al daño
previsible. Mi intimidad es un estado permanente de angustia.
Decidí hacer esto,
escribir a modo de diario en el que todo no sería más que ficción, en el mismo
momento en que ella me preguntó que qué tiempo hacía y yo miré a través del
visillo y le dije, sin mirarla y sin más, panza de burra; luego sí la miré, y
estaba preciosa y me estremecí y no entendí nada porque sentía una ausencia
total de mitología, de leyenda fundacional; y me sentí perdido. Tal vez me
sorprendió la oscuridad exterior, y recordé ese estado permanente de angustia
que es mi intimidad. ¿Por qué no romperla en mil pedazos? No vale un carajo la
intimidad; como Shakespeare, está sobrevalorada.
Esto tan poco original
es un diario que lucha contra lo íntimo. Jamás prometería regularidad. Esto es
un diario de lo irreal, fruto más que probablemente de algún tipo de daño en el
lugar en el que debieran ordenarse las neuronas.
Proyecto pues mandarlo
todo a tomar por culo este fin de semana. No, no es una nota de suicidio (no
madre, no hermana, no lo es, al menos no todavía). Es la expresión que mejor se
ajustaba al hecho de querer uno dejar la ciudad e irse al campo, el monte,
donde, sin duda, y al raso, bajo las ramas de los árboles (sueño con
alcornoques), al compás que marcan la luna y el sol y la armonía visual de las
nubes viajando empujadas por el viento; a la determinación de no ser nada o ser
únicamente definido por su condición de bípedo ligeramente tecnológico ante lo
imprevisible de lo natural. No sé si lo llevaré a cabo. Hace demasiado tiempo
que se me niega (que me niego) hacer de la mochila a mi espalda mi armario y de
la naturaleza mi hogar. Eso quiere decir que en algún momento me desnudaré y
pasearé descalzo sobre el follaje o la tierra y me recordaré que así llegué y
de tal guisa, un buen día, me marcharé.
Panza de burra le dije.
Me preocupan sus preocupaciones y su misterio. Cuando aceptas a una persona, a
cualquiera, el demonio se disfraza de todo lo demás. Es la oscuridad exterior.
Soy un completo inadaptado. No acepto -o lo hago más mal que bien- a la mayoría
de las criaturas que pasean algo más allá de la plaza bajo mi ventana (por esa
terrorífica avenida). Son sospechosos de llevar una vida que yo no llevo, que
tampoco quiero. Siempre hubo una ventana y una calle y personas que la
caminasen. Será tal vez por eso que me escapaba, emocionalmente inestable,
herido (cada vez de mayor gravedad, creo, cumplo años). Tal y como entendemos
el verbo madurar me parece una aberración. Fue a un conocido que le dije (ayer,
en la más inverosímil de las conversaciones) que para cierto equilibrio
necesitaba un proyecto de largo recorrido (novela), deporte de cierta
intensidad y sexo. Esto último lo dije sin poder evitar una estúpida
sonrisilla. ¿Por qué lo dije? No había necesidad. O quizá sí.
Cuando este fin de
semana -y si se da el caso de que marcho y me encuentro libre de mí mismo-,
respire el aire de la montaña, pensaré en esas tres necesidades y otras. Y en
la madurez. En la que me falta y no quiero. En la inestabilidad. Buscaré mi yo
primitivo, ese ser que no teme a nada y que desconfía de la noche y sus
peligros y sabe cuidarse de ellos. Aquí, entre vosotros, uno no tiene ni puta
idea de nada. Es por eso que os meto en historias y os pregunto. Para nada.
Las lecciones del amor
siempre conducen al desconocimiento. Se parece demasiado a la religión. Y la fe
es un bicho esquivo. Las lecciones del amor llevan a uno a rechazarlo, a
negarse a pagar el precio por sentirse enamorado.
Que pasa picha,
ResponderEliminarDijo un nota de eso de la Antigua Grecia que en la renuncia está la felicidad. Algunas veces pienso que eso, más un proyecto a largo plazo, más el deporte, más el foll.. jejeje me situarán lo más cerca de ese estado. No sé, hay que mandar muchas cosas as tomar por culo para hacer un ejercicio de esos de "ajín pa dentro" como digo yo. Y así me va.
Me gusta este diario. Te mando un abrazo.
Gracias por tu visita, Dani.
ResponderEliminarMandarlo todo a tomar por culo es sin duda un ejercicio sano pero peligroso a la vez. Corres el riesgo de perderte, de no saber al fin -o por fin- qué eres, qué lugar ocupas en un mundo siempre a la contra.
Se te abraza, compañero.