lunes, 20 de enero de 2014

Negras Mediasnoches.


Extravagante deidad, oscura como las noches,
Con perfume mezclado de almizcle y de habano,
Obra de algún obi, el Fausto de la sabana,
Hechicera con ijares de ébano, engendro de negras mediasnoches.

SED NON SATIATA.
Ch. Baudelaire.



Al final del día, tal vez.
Mucho después de que despiertes
Flotando sobre un lecho de humedad
En aquel presidio de la colina
Del viejo vómito de Vulcano.
En ese momento, tal vez, recordarás
Que hoy tampoco verás el sol
Mas que para despedirte.
Y a la fábrica, con el ánimo de un arbusto,
En un furgón, partirás colina abajo
Por la carretera que nunca lleva a los sueños.
Hacia un desayuno con salmuera;
Al olor del mar en descomposición,
Los ojos de un blanco amarillento,
Las bocas sin dientes y lenguas
Amargamente floreadas por la heroína.
Será tu buenos días, el amanecer espinado
De un escalofrío que enervará tu espalda
Al oír el graznido desde las fauces
De la bestia que cercena los pulgares.
Media hora de arroces con breves sonrisas
Y nostalgias eternas, cómplices,
Entre la cola y las agallas,
Llenará medio reloj con tres gramos de más.

Pero será al final del día, tal vez,
En un segundo entre mosquitos infectos;
Después de no cenar, de esmerar
Contra las rocas un uniforme
Con forma de bola soldada a una cadena;
Suspirando como quien recuerda
Que algún día pudo ser feliz;
Como quien regresa de los muertos
A los que con ellos emigraron.

Será en ese momento pues
Que tal vez corras hacia el balcón
Sorteando las manos lascivas
Que se disputan los negros
Veinte años de tu piel y allí,
Asomada a las olas y a la jungla,
Con los ojos inundados de esperanza,
Recordarás que solía llegar en taxi,
Tan desconocidamente lejano y tuyo,
Para jugar por una noche más
A la reina negra de un olvidado continente

Y al príncipe blanco de la flor y las rupias.

domingo, 19 de enero de 2014

Puedo ver en la distancia.


Puedo ver en la distancia
niños que juegan despreocupados en un parque.
Puedo ver, en la distancia, calles adoquinadas
y caminadas, placenteramente,
por caminantes gozosos del aire urbanita que los acoge
y les proporciona familiaridad, un hábitat confortable.
Y puedo ver, a miles de kilómetros de nocturna oscuridad
a una pareja de jadeantes amantes,
cerca de alguna playa, haciendo el amor
enloquecidos sobre la suspensión
de un coche de interior vaporoso y húmedo.
Y yo puedo ver en la distancia
la mano del asesino que empuña el cuchillo
y acuchilla sin piedad a una víctima que muere marginal y sola.
Puedo ver un hombre como cualquier otro hombre
torturando a un hombre con saña y maldad extrema.
Puedo ver lo que no quiero y puedo ver
la criatura que recién nacida es recién muerta de hambre.
Y puedo ver a su madre que con la criatura muere
porque también nació muerta aun con vida.
Puedo verme a mí mismo entre el cielo y la tierra,
ínfimo, prescindible; ridiculizado
por la inmensidad tenebrosa del todo y la nada.
Puedo ver qué es mi respiración agitada
por el temor y puedo ver el vaho de mi grito
gritar en la humedad escandalosa en el aire.
Puedo verme sentado y puedo verme de pie.
Puedo verme ridículamente consciente
de que todo acaba porque todo ha empezado.
Puedo verme entonces llorar
porque no lloro y porque no río.
Y puedo verme pues, finalmente,
reír porque ignoro y disfruto
y porque estoy solo, tanto como tú.