domingo, 15 de junio de 2014

Sobre la derrota






El modo en que afrontamos una derrota dice de más de nuestro valor y de nuestra calidad humana que la sonrisa que se dibuja en nuestro rostro en la victoria. La derrota siempre llega antes del final de la batalla. No es fácil reconocer ese momento. A veces incluso la derrota nos puede sobrevenir cuando el curso de la batalla se nos muestra aparentemente a nuestro favor. La dificultad en nuestra capacidad de reconocer el momento fatal ya nos hace derrotados.

Cuando por fin somos conscientes del "ya todo está perdido" nuestro cuerpo reacciona de las formas más diversas e impredecibles. Pero podríamos decir que lo más común es sentir una brutal caída del ánimo y las fuerzas para poder seguir adelante. En términos pugilísticos, bajamos los brazos.

Nos mantenemos en el cuadrilátero. El boxeador derrotado baja los brazos y apenas puede, apenas quiere, esquivar los golpes del victorioso adversario conocedor de su triunfo. Los golpes de éste cada vez son más frecuentes. Al derrotado sólo cabe un pensamiento: que el próximo golpe lo ponga patas arriba para así acabar con todo, ya pueda ser este fin la muerte misma si se da el caso, todo da igual. No es morir matando, es morir y nada más.

La derrota está presente en cada una de las acciones que nos proponemos a diario. Existen muchos grados de derrota.

Tras cuarenta y cinco minutos de master class futbolístico la selección española de fútbol recibe un tremendo golazo por parte de la selección contraria, igualando el marcador a uno. Y nos vamos al descanso, nuestro juego es de otra galaxia: juego medido en veinte metros ante la insistente presión del contrario, imaginativas asistencias, sorpresivos y eficaces balones largos,... y todo, regado con la seguridad del que sabe que hace bien lo que hace. Sin embargo, el momento de la derrota ya ha hecho su aparición.

El equipo vuelve de nuevo al rectángulo mágico y trata de hacer su trabajo tal y como lo había hecho en una magnífica primera parte. El contrario posee la motivación que supone la presencia de la victoria en el horizonte. La selección española no sabe que esta posibilidad ya se marchó de su cabeza y su corazón. Pero no baja los brazos, aún no. Y no lo hace porque aún no es consciente de que el momento de la derrota ya ha llegado. Bastó un gol más en contra para que los brazos cayesen. A partir de ese momento nada funcionaba, nada salía, nada podían aquellos jugadores que minutos antes estaban asombrando al mundo futbolístico con su manera de hacer poesía con un balón en los pies. Es la derrota, amigos, estáis siendo derrotados y no sois capaces de afrontarlo. No sois un ejército en ordenada retirada, no vais a morir matando, sois el púgil que recibe y recibe y que sólo sueña con el aire final saliendo del silbato del árbitro.

No existe la luz en el corazón del derrotado. El derrotado pierde incluso la capacidad de engañarse a sí mismo. Cuando la derrota nos alcanza odiamos lo que somos y nos reprochamos aquello que hicimos mal y que ni siquiera somos capaces de saber qué fue. Es una respuesta natural. Diría incluso que hasta los animales más simples tienen esa terrible sensación de frustración. La cuestión es ¿cuánto tiempo vamos a permanecer así? ¿cuánto tiempo vamos a dejar correr hasta que se nos dé la próxima oportunidad de hacer una victoria de nuestras derrotas pasadas?

En el caso de la común criatura bípeda con capacidad de pensar podría decirse que las oportunidades para alzar el vuelo están siempre presentes. Y que casi siempre vamos a poder sumar un tamaño de letra a la sabiduría popular cuando dice aquello de nunca es tarde si la dicha es buena. Nuestra ceguera de bichos inadaptados no nos lo va a poner fácil.

Y volvemos al fútbol. Es cierto que en la gran guerra que puede ser el mundial las posibilidades de resurgir de sus propias cenizas de la selección española son muy limitadas. Tampoco el fin es un asunto vital. Pero bueno, lo tomamos en serio y eso está bien. Digo que las posibilidades son limitadas. Podemos volver a levantar la guardia. El genio futbolístico de este grupo de hombres aún sigue con ellos, nos lo hicieron ver en una delicia de cuarenta y cinco minutos de gran fútbol. Tienen cuanto necesitan para llegar tan lejos como se propongan dentro de esta competición (Conste que aquí he salir del discurso para la queja. Todo parece indicar que Brasil ha ser salir victoriosa de este mundial, lo saben hasta en Tokyo. Da igual, sigo).
La derrota siempre nos habla del pasado y no del futuro. Hacer prospecciones desde la derrota sin tener en cuenta el imprevisible factor humano es un completo error más propio de la ignorancia y de los análisis de barra de bar más allá de las doce de la noche.


La derrota es sumar en nuestro currículum. Podemos recordar cómo nos sentíamos en aquella derrota del pasado en el momento en que hemos de identificar la cercanía de una derrota presente. Y lo que es mejor, las derrotas de nuestro currículum nos mostrarán los estrechos e insospechados y OPORTUNOS senderos que nos conducirán a la mayor de las victorias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario